
En las actividades anteriores, hemos escrito distintos principios y finales de una hipotética historia. Nos queda el nudo, el desarrollo del relato.
Ahora toca desarrollar la historia. Para ello, podéis probar con distintos géneros. Elegid de la siguiente lista, el tipo de relato que queréis escribir. No os asustéis, sólo debéis escoger una opción...
- Relato policiaco.
- Relato humorístico.
- Relato erótico.
- Relato histórico.
- Relato psicológico.
- Relato de aventuras.
LA TRAMA DE ANA
Recuerdo como los primeros días todos estábamos muy contentos e ilusionados; pasábamos la mañana en las playas cercanas, (A Lanzada, Montalvo y Major) vírgenes, preciosas, de bellos paisajes, de arena fina y aguas frías y cristalinas.
El sol relucía, pero la temperatura exterior no era a la que estamos acostumbrados en nuestra Comunidad por lo que los baños fueron más bien escasos y breves ¡Esos chiquillos eran los que le echaban valor, se daban una zampullá tras otra! y se pasaban las horas bicheando junto a Juan al que tanta ilusión le hacía enseñarles a bucear.
Tras el almuerzo y por supuesto la inevitable siesta nos acercábamos hasta los pueblecitos de los alrededores; el primero de ellos, si la memoria no me juega una mala pasada fue " San Juan de Poio “, situado en pleno corazón de las Rías Baixas en donde pudimos visitar su antiquísimo Monasterio, su curiosa y singular Biblioteca, y ya en su huerto El Hórreo más grande que se conoce, (123 metros cuadrados) que provocó el delirio de los niños .
Muy, muy singular y típico era el pueblecito de Combarro con su encrucijada de callejas estrechas, salpicadas de pequeños hórreos, su diminuta iglesia llena de viejitas lugareñas, sus tiendecitas para turistas repletas de figuras de brujitas, esas meigas en todas poses y maneras que yo juraría merodeaban por el pueblo, sus restaurantes donde nos hacinábamos los visitantes ansiosos de degustar los mariscos y pescados de la Ría.
En uno de ellos nos pusimos las botas y nos vendieron unas botellitas de albariño que degustaríamos a nuestro regreso a casa. ¡Ah, y por supuesto y como los críos se empeñaron y por no escucharlos, ya se sabe, compramos como recuerdo una gaita de juguete que todavía anda rodando por sus cuartos y me recuerda cuando los limpio ese azaroso viaje! Ayer mismo volvimos a ver los vídeos grabados y percibo con añoranza como han crecido y cambiado dejando atrás su niñez.
Estas excursiones las realizamos entre los días 4 y 5 de agosto y situándonos sobre el 6 o 7 , mientras estábamos todos sentados a la mesa terminando de comer percibimos como el cielo , hasta entonces azul , comenzaba a cubrirse de humo y empezaba a llover cenizas , el aire se hizo irrespirable y decidimos marcharnos hasta Pontevedra y buscar una pensión donde pasar la noche .
En la capital el humo lo envolvía todo, los pájaros muertos se dispersaban en sus calles y parques pero sus habitantes continuaban con su rutina con total normalidad. Es algo que no acerté a comprender, ¿cómo era posible que se hubiese llegado a esa situación y que las autoridades competentes no hubiesen dispuesto de los medios necesarios para extinguir los incendios cuanto antes? Eran los propios vecinos los que intentaban con sus escasos recursos y su tesón parar a ese fascinante enemigo; muchos turistas, estoy segura, cambiaron el rumbo de sus vacaciones. Era ilógico que esto ocurriese en un país desarrollado en pleno siglo XX.
No sería esa la única vez que tuvimos que salir a escape de allí , creo que vino a ser dos días más tarde cuando al atardecer el incontrolable fuego se acercaba cada vez más peligrosa y amenazadoramente hasta la vivienda . Corre que te corre hasta la pensioncita de marras ¡Sí! lo nuestro fue un ir y venir.
Por supuesto el trayecto de ida y vuelta a Santiago de Compostela también estuvo salpicado por las llamas; poco después de nuestro regreso a Sanxenso cortaron la autopista que los une.
Qué os puedo contar de esta ciudad, cosmopolita donde las haya, con su bulliciosa Plaza del Obradoiro, con ese ir y venir de peregrinos jubilosos al llegar a su destino, su majestuosa Catedral abarrotada que era preciso hacer unas colas enormes para acceder a cualquiera de sus recintos, la cripta del Pórtico bajo las escaleras del Obradoiro donde se encuentra la tumba del Apostol y cuántos tesoros reposando en el museo que ésta acoge. Nunca podremos olvidar la visión que nos ofrecía desde sus alturas; fuego y más fuego por todas partes.
La escasa movilidad por carretera nos impidió viajar a otras provincias, en los siguientes días, tan sólo nos acercamos hasta Pontevedra que llegamos a conocer hasta la saciedad. Nos recuerdo degustando plácidamente, en una de sus plazas el famoso pulpo a la gallega y bailando al son de las gaitas de músicos callejeros.
Tras la tempestad llegó la calma y pudimos desplazarnos hasta Tui donde me emocioné con la visión de su catedral " Santa María de Tui " románico y gótico unidos para su contemplación y desde dónde se podía ver discurrir al río Miño, el maravilloso y agreste Parque Natural de las Islas Cies, la ciudad de Baiona con su espectacular parador al que me gustaría regresar y disfrutar de su entorno natural y sus instalaciones , A Guarda con su famoso Monte de Santa Tegra y por supuesto no faltó el típico viajecito en barco por la Ría para ver las mejilloneras . A pesar de la hora y la calor, eran las 5 de la tarde, sus pasajeros, en su mayoría de nacionalidad Portuguesa se hincharon de mejillones y de albariño ¡Vamos, que me entraban ganas de vomitar tan sólo con verlos!
Y como todo se acaba lo hicieron igualmente nuestras vacaciones, hicimos las maletas, recogimos todos los chismes y paquetes acumulados, los apelmazamos en los maleteros que casi no cerraban y…
LA TRAMA DE ROSA
Mi cuñada Sonia me llama para pasar el día en la playa. Me encantó la idea. Nos hacía falta un día de relajación y ponernos morenitas.
Al mediodía nos fuimos al chiringuito para comer. Nos pedimos marisco. Nos pusieron una centolla grandecita ¡No veas para partir las patas! Nos dieron un cascanueces para abrirlas.
Empecé a partir una, se me resbaló y la pata le cayó a un hombre en su plato. Mi cuñada empezó a reírse y yo también, pero el hombre estaba mosqueado.
Me levanté y le pedí perdón. Después de comer nos fuimos a tomar el sol. Sonia me dijo:
- Vamos a darnos un refrescón.
- Venga, vale.
Fuimos corriendo porque quemaba la arena. Me caí y todo el mundo acabó riéndose y yo muerta de vergüenza…
Después nos fuimos al hotel y luego quedamos para dar una vuelta por el pueblo.
Al siguiente día nos marchamos. ¡Qué bien nos lo habíamos pasado! El año que viene repetimos mi cuñada Sonia y yo.
LA TRAMA DE MERCEDES: LA BROMA
Caminábamos emocionados por la belleza del hayedo. De pronto, Javier comenzó a gritar. Desde lejos sólo oíamos como resbalaba y gritaba, gritaba y caía. Corrimos hacia ese lugar y lo vimos allí abajo. En ese gran agujero, sin mover un sólo músculo. Intentamos llamar con nuestros móviles, pero no había cobertura. Nos alejamos algo del lugar y al regresar... Javier no estaba allí. Gritamos, lo llamamos sin parar. No había rastro de él. Alrededor del agujero no encontramos más pisadas que las nuestras. Con el pánico a flor de piel, intentando racionalizar algo que se nos escapaba, comenzamos a oír ruidos extraños. De repente uno de los dos coches que llevábamos, arrancó y se avalanzó sobre nosotros con los faros encendidos.
Creimos morir. El coche frenó en seco y al apagarse la luz vimos bajar de él a Javier en perfectas condiciones. Nos acababa de gastar la broma más horrorosa que podíamos imaginar.
Desde aquel día ese lugar increíble que tanto había deseado conocer, tiene matices terroríficos para mí. Espero superarlo. A Javier no lo he vuleto a ver.
LA TRAMA DE PEPA
Desde que nos conocimos aquel sábado en ese cine, cada vez eran más frecuentes nuestros encuentros. Un día me iba a buscar a mi casa, otro me recogía del instituto y muchas veces hacíamos novillos. Nos reuníamos en un chalet que sus padres tenían en las afueras de la capital, donde pasaban las vacaciones.
Yo, la mayoría de los días me saltaba las clases, tanto era que los profesores avisaron a mis padres. La cosa se me puso cruda, pues me castigaron sin salir y al instituto me llevaban y a la salida me recogían. Fue un calvario, no comía, no dormía, no obedecía a nada ni a nadie,
estaba nerviosa, era una rebelde sin causa. Estuve hasta con un psicólogo. Me harte de todo esto y sin pensármelo dos veces me escapé de casa con él. Pasamos unos días maravillosos. Pero como todo lo bueno dura poco, esto acabo y mi padres me encontraron. El castigo fue mayor, me llevaron a un colegio privado a otra ciudad y por cierto bastante lejos de donde vivíamos.
Así pasaron los meses y hasta cuatro años. Ya había cumplido la mayoría de edad. Fui a buscarlo, él aún me esperaba. El encuentro fue inolvidable. Luis ya se había graduado y decidimos casarnos cuando yo terminara mis estudios.
Había sido toda una aventura que al final...
LA TRAMA DE CHARI
En mi primer curso, conocí a Ana que se convirtió en mi compañera, además nos hicimos inseparables, compartimos los apuntes y nos ayudamos la una a la otra, a veces nos llamábamos por teléfono y quedábamos para salir fuera de clase.
Tuvimos nuevos amigos pues el círculo de amistades poco a poco se fue abriendo.
Ese curso fue un poco difícil, me tuve que adaptar a otro horario. Tuve profesores algo viejos con ideas prehistóricas pero se intentaban llevar.
El curso fue pasando con sus altos y bajos, la adaptación fue algo lenta, pero ahí estuve.
El año siguiente fue pasando con los mismos compañeros y conservando algunos profesores del curso anterior. Entraron dos nuevos, uno de ellos era un poco petardo pero muy buen profesor. Se interesaba por nosotros y las clases las hacía más para conocernos como personas que para enseñarnos su materia, por eso lo recuerdo con añoranza.
En este curso ya se empezaron a ver algunos grupos con las mismas afinidades.
Yo seguía con mi compi Ana, Chelo, Maite, Isa... Cuando teníamos que hacer algún trabajo en común, nos reuníamos en casa de alguna de nosotras. Así, poco a poco, fuimos conociendo a sus familias. Nos invitábamos a los cumpleaños y quedábamos algunas tardes.
En el tercer curso, el grupo empezó a separarse porque había que coger entre ciencias y letras.
Yo como no era ninguna lumbrera, cogí letras eran más de empollar pero no me importaba.
Ese año nos daban latín y griego asignaturas que me gustaron bastante y en las que saqué buenas notas, las declinaciones eran divertidas.
Ya sé que eran lenguas muertas pero de ahí salió la nuestra, el castellano.
Mi amiga Chelo se fue a ciencias, Isa repitió, Maite y Ana siguieron conmigo en letras, pero lo importante era nuestra amistad, seguíamos viéndonos en los recreos y en las salidas de algunas clases.
Teníamos nuestro rinconcito en el patio y allí nos íbamos reuniendo según íbamos saliendo. Seguíamos con nuestras tertulias e Isa empezaba a salir con Miguel.
Él también se reunía con nosotras, incluso otros chicos pero como compañeros.
El curso pasaba y las asignaturas se hacían un poco pesadas pero tirábamos hacia adelante.
En el último curso, COU, las cosas se pusieron un poco más difíciles. Llegaron nuevos profesores más serios y autoritarios.
Teníamos uno de latín que cuando llegaba teníamos que levantarnos, y hasta que no nos dijera que nos sentáramos, no nos podíamos sentar. La verdad es que era un poco chulillo.
Todos le temíamos, como anécdota puedo contar que yo tenía la costumbre de anotar en un papel todas las declinaciones y así me resultaba más fácil traducir los textos en los exámenes.
La primera vez me cogió el papel pensando que era una chuleta y muy serio me regañó; le dije que me diera otro papel y que me lo firmara y volví a escribir mis declinaciones y al final le di el papel firmado con el examen hecho.
Siempre que hacia un examen yo personalmente iba a su mesa para que me firmara el papel y viera que yo era legal.
Este señor tenía la costumbre de amenazarnos con suspendernos. El decía que si suspendías el último trimestre todos los demás trimestres, los tendríamos suspensos aunque hubiéramos aprobado el primero y el segundo. La verdad que esto, con lo nerviosa que yo soy, me ponía de los nervios peor.
Cuando llegó el último examen me bloqueé y llevé mi examen en blanco. Este señor se extrañó y me dijo que lo esperara en cafetería.
Cuando terminaron mis compañeros el examen, se presento él en cafetería y me preguntó que me había pasado. Fui clara y le dije lo que todos pensábamos de él. Que era muy brusco con nosotros y que todos, en cierto modo le odiábamos. Su respuesta fue sincera: " Si fuera un profesor blando la gente se me subiría encima y más ahora que la mayoría sois casi adultos. Tengo que apretar las tuercas porque ahí afuera lo tendréis todos muy difícil"
Seguro que la mayoría se acordarán de mí, lo mismo que usted, que no debe temer nada porque siempre ha sido una buena alumna y siempre levantaba la mano cuando yo preguntaba sobre algún tema que sabía que sus compañeros no habían estudiado para que así no pusiera ningún cero. Usted es constante, responsable y estudiosa. ¿Cómo puede usted pensar que en el último examen la voy a suspender, si siempre ha traído sus deberes hechos y ha sido así con sus compañeros? Soy profesor pero ante todo soy persona que sabe valorar a la gente Y ahora, ¡entre a clase y haga su examen!”
La verdad que nunca le olvidaré, pues analizándolo posteriormente, vi como era en realidad, un buen profesor que se preocupaba de todos sus alumnos y veía hasta donde podíamos llegar cada uno.
En ese año hicimos sorteos, vendimos polvorones, etc., para recaudar dinero para el viaje de fin de curso. Todos estábamos ilusionados y al mismo tiempo, tristes pues cada uno cogería su camino y la mayoría nos separaríamos para siempre.
UNA HISTORIA DE AMOR (LOURDES)
Esta es una historia de amor, basada en hechos reales.
Halla por 1948 comenzó una gran historia.
Era una joven muy hermosa, su cuerpo era delgado y con muchas curvas. Su pelo negro y ondulado, pero lo mejor de todo era su simpatía y su buen corazón.
Cuando esta joven tenía 20 años, iba hacia la frontera de Gibraltar para trabajar, como todos los días, conoció al que sería el gran y único amor de su vida. Él era un hombre esbelto y muy guapo. Vestía muy elegante, se diría que parecía un marques, pero tenía 43 años.
Comenzaron su amor y los padres de la joven, creyendo que aquel hombre elegante y siempre bien vestido y con fama de dar al que necesitaba, era adinerado. Consintieron en la relación de su hija. Pero pasado el tiempo comprobaron que este hombre no tenía nada, sólo su trabajo, porque la herencia que había cogido de sus padres la repartió entre los pobres que no tenían para comer.
Entonces le prohibieron a su hija que le viese más, pero ya era muy tarde ella, estaba locamente enamorada y no lo dejaría jamás pasase lo que pasase.
Desde aquel momento la acompañaban al trabajo, no la dejaban sola en ningún momento para que no lo pudiese ver. La encerraban en su habitación, pero ella no dejaba de pensar en él y no le importaba su edad ni su situación económica, solo pensaba en lo feliz que se sentía a su lado, como temblaba su menudo cuerpo cuando él la besaba o cuando le acariciaba su cuerpo, por eso un día cuando la tenían encerrada en su habitación, saltó por la ventana y se fue a buscarlo.
Cuando él la vio, se fundieron en un abrazo. Ella nerviosa le explicó que se había escapado para estar con él y que no volvería a casa de sus padres. Él le prometió que nunca se separarían y que siempre sería su gran amor, su princesa. Se escondieron durante meses, hasta que ella cumplió los veintiún años, ya que toda su familia los estaban buscando.
Pero ya era mayor de edad y se pudo casar con el hombre que amaba y al que adoraba y para él siempre ella sería su princesa.
Tuvieron 5 hijos y fueron muy felices. Él siempre la mimó y la cuidó como le había prometido.
Pero en 1963 una mala enfermedad se llevó el único y gran amor de su vida.
Hoy aquella joven tiene 80 años y sigue recordando a su amor como el primer día.
LA TRAMA DE INÉS
El despacho del inspector Ramírez era frío e impersonal, las paredes estaban desnudas y la pintura que las cubría, que en su día fue blanca, ahora tenía una tonalidad gris como el pigmento de su piel. El hedor que se respiraba en toda la habitación era casi insoportable. Tenía un cenicero repleto de colillas de Habanos, seguro que estaba enfermo, aseguraría que era un mal, asociado a su tabaquismo. Su escritorio estaba abarrotado de expedientes y carecía de detalles personales. Me dio la sensación que era un hombre taciturno que se marchitaba día a día entre decenas de expedientes sin resolver.
El inspector me dejó echar un vistazo a los informes de los tres casos que componían el asunto Herrera. Después de una mañana dentro de ese cuchitril examinando expedientes, salí a la calle con el ánimo por los suelos. Me dirigí al Club Piano, el mejor lugar para tomar un vermut negro, con el toque exacto de ginebra y con dos aceitunas rellenas. No dejaba de dar vueltas a los tres suicidas. El caso que más me sorprendió fue el del señor Guillamet. Aparentemente su existencia era plena, tenía una familia unida, un negocio que marchaba y gozaba de un círculo de amistades amplio y sólido. Hojeando las llamadas de los últimos meses, me invadió un calor en las mejillas y se me aceleró el pulso. No me podía creer lo que había visto ¡era el teléfono de Gerardo!, no el actual, sino el que habíamos cambiado por su cabezonería. Él me convenció de que los móviles de prepago no eran los idóneos para una empresa como la nuestra. Pero por suerte, mi memoria fotográfica me alertó, los dos móviles de prepago no los habíamos utilizado pues teóricamente los intercambió por los actuales. Pero, ¿por qué Gerardo había estado en contacto con Guillamet? Y lo que era más inaudito, ¿por qué no me lo había contado? ¿qué escondía mi socio?
Con el paso de los años Gerardo se había transformado en un hombre ambicioso y exento de conciencia, sólo quería triunfar y no le importaba a quien tuviese que pisotear en el camino. No sé en qué momento empezó a cambiar. Al comenzar nuestra sociedad éramos dos jóvenes ilusionados con un proyecto sin grandes ambiciones, deseábamos descubrir tramas indescifrables y ayudar a la gente. Quizá era una utopía, ahora con el paso de los años me doy cuenta que en este mundillo, la mayoría de las veces destruyes a la gente, entras en su vida, sacas sus trapos sucios a la luz. Al fin y al cabo ¿quién no tiene algún secreto inconfesable?
Durante los días posteriores estuve indagando a Guillamet, descubrí que su vida no era tan prefecta al profundizar en su matrimonio. La señora Guillamet era veinte años más joven que el difunto. Pude comprobar que se trataba de una mujer muy bella, su vida transcurría en las tiendas de la zona pija de Barcelona y en un Club en el opulento barrio de Pedralbes. Pero no la podía acusar por tener una vida vacía y no aparentar ser una viuda apenada por la pérdida de su esposo. Tampoco lograba conectar a Gerardo con los Guillamet y eso me traía de cabeza, eso y representar el papel de mi vida. Mi socio no debía percatarse de mis sospechas, pero tampoco era conveniente un exceso de simpatía. Gerardo era perspicaz y me descubriría si no andaba con pies de plomo.
Un mediodía, mientras mordía las aceitunas del vermut, tuve un flash. Recordé el día en que Gerardo me propuso que llevara el caso. En ese momento lo entendí todo, ¿cómo había estado tan confundida? Me habían lanzado un cebo y yo lo había mordido sin vacilar ¡qué ciega y qué lerda! Salté del taburete y me dirigí al despacho, llegué sin aliento y entré en el despacho a oscuras ¿dónde estaban todos? Me senté en el despacho de Gerardo y comprobé que mis temores no eran infundados. Decidí escribir a Lola para tener un seguro de vida, en caso de que mi plan no funcionara. En realidad necesitaba compartir con alguien mi descubrimiento. Me dispuse a salir, pero un ruido seco salió de mi despacho, como si se hubiese caído algo pesado al suelo. ¿Quién podía ser? Estaba segura que estaba sola. Decidí entrar y comprobar qué pasaba. Desenfundé mi veintidós, cerré la luz y di un portazo, simulando que me había marchado. Los ojos tardaron unos segundos en adaptarse a la oscuridad del despacho, me deslicé con la espalda pegada a la pared hasta llegar a la puerta de mi despacho. Empuje la puerta con violencia y en ese instante me sentí, otra vez, como una tonta. Había alguien en mi despacho, eso estaba claro, pero detrás de mí también. En decimas de segundo pasaron por mi mente varios pensamientos como ráfagas de luz, sentí un dolor agudo en la nuca, al instante todo oscureció.
LA TRAMA DE SONIA
Recuerdo mi primera noche en Londres. Estaba todo precioso. Las luces iluminaban la ciudad. Era víspera de Navidad y estaba todo adornado.
Cuando llegamos al hotel estuvimos un rato en recepción, pues resulta que la agencia no había reservado la habitación. Bueno yo no me enteraba de nada, sabía que algo pasaba pero no sé nada de inglés, hasta que por fin Airón me contó que pasaba. No hubo ningún problema, lo pagamos de nuevo y la agencia luego nos daría el dinero.
Al día siguiente, nos levantamos temprano y hacía un día precioso. Desayunamos y rápidamente nos fuimos a dar un paseo pues tenía muchas ganas de conocer el palacio de Buckingham. Aquello estaba precioso. Había grandes puertas de hierro que conducen hacia el parque de St James, un parque muy agradable. Se podía caminar entre los lagos con vistas hacia el palacio y en el exterior del palacio, el tradicional cambio de guardia.
Al día siguiente fuimos a ver el rio Thames y luego terminamos en un centro comercial enorme. Queríamos aprovechar al máximo los días que teníamos. Nos levantamos todos los días a las ocho de la mañana y no paramos hasta las doce o una de la madrugada. Terminábamos cansadísimos de tanto caminar, pero merecía la pena.
LA TRAMA DE JUAN CARLOS
Recogieron a Marta y se unieron al resto de la pandilla, Noelia, Paco, María, Sandra y Dani. Todos eran compañeros de clase, menos Dani que era pareja de Sandra. Cogieron el autobús que les dejó en medio de la carretera para hacer el resto del trayecto a pie. La idea era remontar el río, pasar el embalse y buscar una zona bastante escondida en mitad de un inmenso bosque. Marcos conocía bastante bien la zona, ya que desde siempre le había encantado la escalada y la montaña. Estuvieron andando más de tres horas hasta llegar al embalse. Como llegaron bastante acalorados decidieron hacer un alto para comer algo, descansar y darse un baño en aquel hermoso paisaje. Había un par de pequeñas cascadas provocadas por dos arroyos que iban a parar al embalse. Aún les quedaban un par de horas de caminata así que decidieron proseguir la marcha. Marcos y Marta fueron juntos charlando durante esta segunda etapa del trayecto. A Marcos siempre le había gustado Marta, desde que iban juntos a la escuela, pero era ahora, cuando iban al instituto cuando parecían estar haciendo buenas migas. A media tarde llegaron a ese claro en el bosque que a Marcos tanto le gustaba. Era el lugar perfecto para establecer el campamento. Se pusieron manos a la obra, a montar las tiendas, buscar leña para la fogata y a preparar la cena. Marcos le dijo a Marta que si le gustaría dormir con él en su tienda, Marta respondió que encantada.
Una vez establecido el campamento, después de cenar y una vez de que Luis sacara las botellas de whisky, llego el momento que a Marcos más le gustaba, el de contar historias de terror a la luz de la hoguera. Marcos decidió contar una leyenda de la zona que su padre le había contado cuando era niño. La verdad es que según le habían contado, esta leyenda tenía parte de cierta. La historia trataba sobre las extrañas desapariciones de excursionistas en aquella zona. Al parecer, el denominador común en todas era una espesa niebla que aparecía y que podía hacer que el más experto en orientación se perdiera por completo. Según los relatos los excursionistas que desaparecían, jamás eran encontrados. No aparecían los cuerpos y su rastro se perdía siempre cerca del río. A los tíos no les pareció nada aterrador, pero a las tías sí, en especial a Marta. El principal objetivo de Marcos al contar la historia era aterrar a Marta, para poder dormir los dos pegaditos.
Al final al apagarse la hoguera, todo el mundo se fue a dormir. No pasó nada esa noche entre Marcos y Marta, pero a él le encantó que ella se quedara dormida en sus brazos.
En mitad de la noche Marcos salió de la tienda para mear, y para su sorpresa, se encontró una niebla extrañamente espesa que no le dejaba ver a más de medio metro de sus narices. No le dio más importancia y volvió a la tienda. Le costó pegar ojo ya que no dejaba de oír extraños ruidos a lo lejos.
A la mañana siguiente fue el primero en levantarse para reavivar la hoguera y preparar café. Una vez despiertos se dieron cuenta de que María, Dani, Sandra y Paco, no estaban. No le dieron importancia porque pensaron que estarían bañándose en el río, pero aún así Marcos salió a buscarlos. Fue hasta el río y desde allí hasta el embalse, pero no encontró a nadie. Volvió al campamento y aún no habían vuelto. Les dijo a los demás que esperaran allí mientras él subía a la montaña a echar un vistazo. Marcos se quedó aterrado al encontrar el gorro de María y un rastro de sangre. Siguió subiendo a toda prisa pero no encontró a ninguno de ellos. Empezaba a anochecer y decidió volver a toda prisa, un tanto inquieto viendo como una densa niebla bajaba de la montaña y parecía perseguirlo. Llegó al fin al campamento un poco más aliviado pero su preocupación aumento al ver que sus compañeros aún no habían regresado. Marta y Noelia estaban bastante asustadas y para no preocuparles solo le contó lo del gorro a Luis. Intentaron llamar con los teléfonos móviles, pero ninguno tenía cobertura. Ambos decidieron que sería mejor echar la noche allí y a primera hora de la mañana volver y dar parte a la guardia civil. No podían volver en plena noche, se podían perder o tener un accidente. Le contaron el plan a sus parejas y se fueron a dormir.
Marta se quedó dormida, pero Marcos no pudo pegar ojo. No dejaba de oír esos extraños ruidos y gritos en la lejanía. Estaba bastante asustado pero aún así bajo la cremallera de su tienda y allí estaba, de nuevo esa horrible y espesa niebla.
Nada más clarear, salió de la tienda y fue a buscar a Luis y a Noelia, pero para su sorpresa y horror, no estaban. Despertó a Marta y se lo contó todo. Ambos estuvieron llamando a sus amigos a voces durante más de media hora sin obtener respuesta así que pensaron en recoger lo imprescindible y volver con la luz del día para avisar a la guardia civil y contarles lo ocurrido.
Tomaron el mismo camino que hicieron para subir, pero el camino parecía diferente. Aunque iban siguiendo el río hacia abajo, nunca llegaban al embalse...
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