
Hoy vamos practicar una imaginativa técnica de Gianni Rodari que consiste en desarrollar una historia partiendo de esta pregunta: ¿Qué pasaría si...?. Es decir, debéis escribir una historia partiendo de una de las hipótesis fantásticas que se plantean.
Por ejemplo, podían ser éstas:
• ¿Qué pasaría si al abrir la puerta te encontraras con un cocodrilo que te pide un poco de perejil?
• ¿Qué pasaría si al abrir la puerta te encontraras con un cocodrilo que te pide un poco de perejil?
• ¿Qué pasaría si al despertarte te hallaras dentro de un zapato?
• ¿Qué pasaría si desapareciera de repente todo el dinero del mundo?
• ¿Qué pasaría si te eligieran rey por una semana?
• ¿Qué pasaría si notaras que te están saliendo alas? …
• ¿Qué pasaría si desapareciera de repente todo el dinero del mundo?
• ¿Qué pasaría si te eligieran rey por una semana?
• ¿Qué pasaría si notaras que te están saliendo alas? …
El cocodrilo
- ¡Buenos días, vecina!¿podrías darme un poco de perejil?Es que estoy cocinando carne de cebra y este condimento le viene muy bien.
- ¡Cómo no, enseguida señor coco... coco...! (He cerrado de un portazo y me he escondido detrás)
¡No puede ser, un cocodrilo en la puerta de mi casa y pidiéndome perejil!
- ¡Juan, Juan! Ya no fumaremos más porros de esos que traes últimamente. Me producen unas alucinaciones terribles.
Un poco incrédula y asustada me acerco a la mirilla y... ¡claro! allí no hay nadie.
- Pero, ¿es qué esperabas ver a un cocodrilo tras la puerta?, me digo a mí misma. Pues sí que estás fumada.
Con un poco de intranquilidad en mi cuerpo, me he dado una ducha y he salido a comprar el periódico y algunas cosas que necesitaba y no sé por qué miro de reojo a derecha e izquierda. Me estoy poniendo cada vez más nerviosa, así que paro un instante, tomo aire y me digo: a ver eres una mujer sensata y no crees en fantasías de ese tipo. Recupera la cordura, por favor.
Un poco más tranquila decido entrar en un bar y tomarme el café de todos los días a esa hora. Bueno hoy voy a cambiarlo por una tila. Ya relajada vuelvo a casa algo más tarde de lo habitual. Supongo que Juan habrá preparado el almuerzo.
Para mi sorpresa está de cháchara con algún colega que ha venido a saludarlo. Lo sé porque veo latas de cerveza, patatas y algo de queso sobre la mesa.
Juan me ha oído al entrar y me dice desde el salón:
¡Tesoro, pasa!, el nuevo vecino ha venido a presentarse y nos invita a comer. Ha traído un plato típico de su país. No te lo puedes imaginar, es carne de cebra.
Creo que acabo de tirar todo lo que traía al suelo y hasta yo me he tirado a él.
Juan y el vecino vienen corriendo hacia mí. Los oigo, pero no los veo, pues no quiero abrir los ojos y encontrarme con...
- Amor, ¿qué te ha ocurrido? Mira este es Paul, viene de Kenia, lo de la carne de cebra era una broma, en realidad nos invita a unos excelentes canelones que acaba de cocinar.
Poco a poco abro los ojos y ante mí, además de Juan está Paul un keniata que nada tiene que ver con cocodrilos o eso creo, porque alrededor de su cuello lleva colgando un gran diente que ni se, ni quiero saber a qué animal pertenece.
Mercedes
Rosa, la reina
El sábado fui de compras a Carrefour. Estaba lleno de gente y por curiosidad me acerqué a ver que pasaba. Era un sorteo cuyo premio era ser reina por una semana.
Yo como soy tan caldeosa, me apunté en el sorteo y con un poco de suerte, me nombraron reina. Me puse tan contenta, que ni yo me lo creía...
Me pusieron la corona, me dieron un cheque para que me comprara lo que yo quisiera. Me llevaron hasta la puerta para enseñarme la limusina, con chófer incluido, para que me llevara a donde yo le dijera. Además durante esa semana viviría en un castillo.
Yo estaba alucinando pero también tenia las obligaciones de una reina. Enseguida me puse a trabajar, era un poco difícil pero aprendí rápido.
Lo que mas me gustaba era la noche, me tenía que vestir de gala para la cena. Después de la cena, el baile era fantástico. Hasta que llegó el ultimo día y tenía que abandonarlo todo.
Se me acabó la semana para ser reina pero disfruté mucho y volvería a ser reina por otra semana.
Os voy a contar un cuento que tuve. Resulta que iba con mi coche conduciendo, cuando de pronto me vi en un gran atasco. Era la hora punta de los trabajos, un calor asfixiante, no podía salir de allí.
Se escuchaban las voces de los conductores gritando y el sonido de los claxons que no cesaban de sonar. Yo me quería morir, iba con el tiempo justo para recoger al niño de la guardería y encima me había dejado la comida cociendo a fuego lento. Estaba muy agobiada.
Sentí un picor por la espalda que iba en aumento por minutos, me pasé la mano por ella y que susto me llevé al notar unos bultitos a cada lado que se iba transformando poco a poco en unas alas, sí increíble, pero cierto.
Abrí la puerta del coche para escapar del miedo que tenía, pero lo mejor fue que salí volando.
Aquello fue todo un espectáculo, la gente miraba asombrada sin dar crédito a lo que estaban viendo sus ojos. ¡Qué bonito volar! Me sentí libre y pude escapar de aquel atasco.
Cuando mejor me lo estaba pasando, sentí una voz al oído, decía:
- Mamá, despierta que te has quedado dormida…
Era mi hijo.
¡Qué dulce sueño!, pero como decía Calderón los sueños, sueños son.
Pepa
Ayer, al mediodía estaba en mí casa sola cocinando, cuando llamaron a la puerta. Abrí y un cocodrilo verde de un metro y setenta centímetros con grande dientes blancos y cola larga me pregunto:
- ¿Tienes un poco de perejil para darme? Es que me hace falta para echárselo a las coquinas que estoy haciendo.
Empecé a gritar ¡aaaaaaaaahh!
Yo pensé que me moría del gran susto que me dio. El cocodrilo me cogió del brazo y me llevó hasta dentro de mi salón, me sentó en el sillón y me dijo:
-No te asustes que soy yo, tú vecino Vicente.
Se quito la máscara y ya me tranquilicé. No me acordaba que era "DOMINGO DE CARNAVAL".
Empezamos a reírnos, aunque a mí no me hizo mucha gracia. Le di el perejil y se marchó. Cuando se lo conté a mi familia se rieron todos de mí. Pero yo pensaba:
- Si os hubiese pasado a vosotros no os reiríais tanto…
Paqui
No sé cómo había llegado hasta allí; me recuerdo con mi batita y mi pijama enguatado regañando con los niños para que se metieran en la bañera, friendo boquerones para la cena y ultimando la comida del día siguiente y de pronto en esa gran sala, sentada en un sillón de terciopelo rojo y patas retorneadas, una enorme mesa rectangular decorada con discretos centros de flores, finamente montada y rodeada de comensales ricamente vestidos y pulcramente peinados y maquillados.
Alguien que iba ataviado como un mayordomo me preguntó:
- ¿Su majestad desea que le sirva más vino?
- ¿Su majestad? ¡Qué majestad ni ocho cuartos! ¡Lucía, Lucía esa soy yo! , estuve a punto de gritarle, pero me contuve porque justo en ese momento un rostro afinado y sonriente me susurró.
- ¿Te diviertes querida? ¿Disfrutas de la cena de Estado?
- ¡Sí, mi amor! Le respondí melosamente.
¿Y por qué no? , les seguiría la corriente, ¡no me vería en otra igual! Simularía ser una refinada y educada reina, es lo que todos esperaban, sólo era cuestión de observar e intentar seguir el protocolo que ellos cumplían a rajatabla.
Tras la cena comenzó el baile ¡Oh Dios, qué maravilla! ¡Qué gustazo cuando me vi reflejada en uno de los espejos! Iba embutida en un precioso vestido de seda verde esmeralda, caminaba sobre unos zapatos a juego con unos tacones de infarto, seguro que el conjunto habría costado un huevo, pero qué más daba ¡qué leche, ahora me lo podía permitir! ¡No tendría que esperar a las rebajas!
Entrada la noche y terminada la recepción los invitados se despidieron uno a uno, estaba agotada, necesitaba descansar y reflexionar sobre mi nueva situación.
Los siguientes días me marcaron una rutina totalmente distinta a la que hasta entonces había tenido , actos y más actos , recepciones , viajes , entrega de premios, asistencia a funerales , todo en mi nueva vida estaba encorsetado , todo medido y estudiado ¡Sí lo tenía todo! , pero me faltaba lo más importante, la libertad de decidir y tomar mis propias decisiones, vestirme a mi gusto aunque la ropa fuese de una de esas cadenas de moda para los españolitos de a pie, comer lo que me apeteciera… en definitiva ser yo misma.
Echaba muchísimo de menos mi trabajo, los abrazos y caricias de mis niños, mi cama, mi sofá, mi perro, así que hice como en las películas, apreté fuertemente los ojos y deseé con todas mis fuerzas regresar a mi hogar, a mi hogar dulce hogar y mi hada madrina con su varita mágica debía estar cerca porque así sucedió .
¡Joder, qué pelos! Debería ir a la peluquería a recomponerme un poquito. A ver si saco algún ratito. ¡Madre mía! ¡Como estaba la casa! ¡Qué desorden y qué de porquería! pero no me importaba, formaba parte del conjunto.
No sé cómo explicarlo pero la vuelta a la normalidad me produjo un gran alivio, al fin pude respirar a gusto.
Ana
EL COCODRILO VENDEDOR
-¡Ding, don!
-¿Quién será a estas horas? Seguro que alguien pidiendo.
Lidia se coloca su bata anaranjada se arregla un poco el pelo y abre. Se lleva una gran sorpresa cuando descubre a un enorme cocodrilo de ojos saltones y colmillos afilados, sobresaltada intenta cerrar la puerta de un golpe pero la mayúscula fuerza de la bestia se lo impide.
- ¡Señora ¡ Cálmese, no he querido asustarla , no es mi intención hacerle daño. Disculpe, deje que me presente. Me llamo Godofredo, Godofredo Pantanoso de Los Barros para servirle a usted y a quién mande, de profesión agente comercial y para mí sería un placer presentarle la nueva gama de productos de belleza “Cocodrile“.
- Está bien. Contestó ella. Pero hágalo rápido que estaba a punto de preparar la cena a los niños.
- Como usted guste. Déjeme exponerle las enormes ventajas de la crema hidratante elaborada a base de algas y partículas de barro; detiene el envejecimiento aminorando en un 80% las temidas y antiestéticas líneas de expresión. Puedo ofrecerle igualmente, dentro de nuestra gama, el fabuloso contorno de ojos que no sólo eliminará sus arrugas sino que al cabo de dos o tres aplicaciones sus bonitos ojos lucirán saltones y vidriosos, ya verá todo el mundo se fijará en ellos. Y si lo que desea es volver loca a su pareja, no dude en aplicarse unas gotas del nuevo perfume “Bêtial “, ya verá harán el amor de forma escandalosa.
Podría continuar con mi retahíla de artículos pero como veo que no dispone de mucho tiempo, opto por dejarle nuestro catálogo de productos de la nueva temporada primavera-verano para que lo ojee detenidamente y ya me pasaré de nuevo por aquí en un par de días, si no le molesta, para recoger su hoja de pedido.
Nuestra protagonista anonadada, no sabía que contestar, no podía dar crédito a lo que acababa de presenciar, había enmudecido, no acertaba a pronunciar palabra hasta que la ronca voz del vendedor la devolvió a la realidad.
- Señora, señora, ¿me está usted escuchando?
- ¡Oh sí! Lo siento, está bien puede dejar el catálogo ahí mismo pero antes de marcharse querría hacerle una pregunta, ¿cómo ha logrado adaptarse a la vida en nuestra sociedad?
- ¡Ah! Eso ha sido fácil, me cansé de la rutina de la charca y pasé a formar parte del conocido programa de “Inserción laboral del mundo animal“, unos amables veterinarios nos introducen un dispositivo que controla nuestros impulsos, nuestros instintos natos, nos permite hablar, pensar y comportarnos como un ser humano, una revolución total, ya le digo. Bueno, no le quito más tiempo, encantado de haberla conocido.
- Igualmente, adiós, nos vemos ¡que le vaya bien! El ascensor no funciona, tendrá que bajar por las escaleras, encienda la luz y tenga cuidado no vaya a resbalar.
- No se preocupe , eso no va a ocurrir, ya estoy acostumbrado a caminar ¡Chao!
Ana
Decidí, después de darle muchas vueltas a la cabeza, coger el dinero que tenía en la hucha para pagarme un caprichito, cuál fue mi sorpresa al comprobar que en la hucha no había ni un euro.
Extrañada busqué, por si lo había dejado en otro lugar y nada de nada. Pensé en seguir buscándolo más tarde.
Quería ir al supermercado y cogí mi monedero, miré para comprobar la cantidad que llevaba, pero mi sorpresa fue que no había ningún euro; ni en monedas, ni en billetes. Esto me sacó de quicio y pregunté a mi marido por si él lo había cogido y me dijo que algo parecido le había ocurrido, su billetera estaba vacía.
¡Santo cielo! ¿Quién habrá entrado a robar? le pregunté a mi marido. Miré por toda la casa y no faltaba nada, el televisor estaba en su sitio, las joyas en el joyero... en fin todo estaba en orden, no faltaba nada.
Decidí llegarme al banco para sacar algo de dinero y poder comprar, cuál fue mi sorpresa al descubrir que en el banco tampoco había dinero porque un virus en la tinta de los billetes los había desintegrado. Lo mismo había pasado con las monedas según me había informado el director del banco.
Al ver tanta gente preocupada al igual que yo, me puse histérica y de la impotencia me desmayé. Al cabo de unos minutos, me desperté en mi dormitorio y me di cuenta que todo había sido un sueño. Seguro que el origen de sueño fue ver las noticias de los informativos: la crisis que tenemos a nivel mundial que nos está afectando la cual está afectando a toda la economía de los españoles y de la que nadie es capaz de levantar cabeza.
Charo
Estaba desayunando, cuando empecé a notar algo raro en la espalda. Me picaba un poco. Fui al cuarto de baño a mirar que tenia. ¡No me lo podía creer! ¡Tenia alas! Fui a la terraza a ver si podía volar ¡Esto es de locos! ¿Cómo voy a volar? Debo tener fiebre…
Pero empecé a mover las alas muy lentamente y noté que los pies no los tenía en el suelo:
- Pero…¡si estoy volando! Bien hoy voy a trabajar un poco más tarde no voy a tener problemas con el tráfico.
Cuando de pronto suena la alarma del reloj, di un salto que casi me caigo de la cama. Era todo un sueño, claro, pero parecía real.
Sonia
El hombre invisible
Una mañana de domingo, al despertar, como casi todas las mañanas fui al servicio, pero cuando me miré en el espejo, al lavarme los dientes, sólo podía ver el cepillo de dientes flotando en el aire. Tras el sobresalto, descubrí que en el espejo solo se veía mi ropa. Bastante asustado, fui a despertar a mi novia, pero ella tampoco me veía. Podía oírme e incluso tocarme, pero no podía verme. Entonces decidí, ya que era veranito y hacía bastante calor, quitarme la ropa para que nadie pudiera verme. Me acerqué muy poquito a poco a mi gato por la espalda y cuando menos se lo esperaba, le di tal susto, que se le puso el rabo como un plumero. El pobre Foter, me podía oler, pero no me veía.
Lo que más ilusión me hizo es poder salir sin tener que afeitarme. A continuación se me ocurrió irme a dar una vuelta con el coche. Puse la música a toda hostia y me di una vueltecilla por las calles más céntricas. Os podréis imaginar las caras de la gente al ver pasar al “coche fantástico” y al escuchar a “kit” hablando. Unos minutos más tarde me encuentro un control de nuestra policía local, escondidos como siempre tras una esquina. Uno de ellos me dio el alto en plan vacilón, pero la cara se le cambió al ver que nadie conducía el vehículo. Tras aparcar el coche, procedí a darles mi documentación y la de mi coche explicándoles al mismo tiempo que esa mañana, me había despertado invisible. El más chulillo de ellos pretendió multarme por ser invisible, pero afortunadamente, la invisibilidad, no está contemplada en el código penal como delito o falta con motivo de sanción. Decía que si por avería o por alguna otra cuestión tuviera que salir de vehículo en plena carretera, la gente no me vería y podría causar un accidente. Yo le respondí que para eso tenía mi chaleco reflectante correctamente homologado al igual que mi triangulo de señalización.
Afortunadamente, me dejaron ir, eso sí, con una cara de mala hostia que no veas. Me disponía a montarme en mi coche para continuar mi vueltecita, cuando uno de ellos me dio el alto: ¡Que va usted en pelotas!
¡Mierda!, al final me multó por escándalo público.
Juan Carlos
No hay comentarios:
Publicar un comentario