
Carmen
había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación. Después de tanto ajetreo y mareo de cabeza, me encuentro como muchos de estos pasajeros, todos con sus historias y problemas. Se ve gente con maletas que van de un sitio a otro y niños alborotando por la sala, mayores leyendo el periódico incluso jóvenes durmiendo en el suelo; no hay asientos donde sentarse y la cafetería está a tope, las máquinas de las bebidas están vacías, y la gente en general está amargada y protestando. Como sabrán todos, estamos pasando una crisis económica mundial bastante fuerte y España como no, no iba a ser menos. Pues bien yo soy una de tantos parados y como tal no paro de buscar trabajo y mando currículums a todos sitios y ahora con Internet también utilizo el correo electrónico para tal fin. Los mando incluso fuera de mi región. Pues bien, hace unos días me mandaron un e-mail desde Barcelona para ofrecerme un trabajo, me citaban para una entrevista a la que tendría que ir como otros aspirantes. Tuve que buscar algo de dinero y fue mi hermana la que me lo prestó porque tendría que viajar hasta Barcelona. Cogí el tren como medio de transporte, pues el avión me resultaba algo más caro, también cogí un hostal pues tendría que pasar la noche allí y mi presupuesto no era muy grande. Pues bien, después de mi situación, me encuentro en esta estación sin poder moverme pues de buenas a primera los empleados de RENFE se han puesto en huelga y aquí nos tienen a los pasajeros pasándola negra. Ellos que tienen trabajo se quejan de los salarios que tienen y los que estamos en el paro y buscamos trabajo, estamos deseando tenerlo. Yo, si no desconvocan esta huelga, me veré en una situación más lamentable, pues no podré asistir como los otros aspirantes a la entrevista de trabajo y los gastos que he hecho no me servirán de nada. Espero, como otros pasajeros, tener un feliz y pronto desenlace pues en ello va un poco de mi futura vida.
Como era habitual en cada temporada, una propaganda de agencia me informaba de los nuevos Viajes Primaverales 2011.
Comencé su lectura sin entusiasmo, el invierno había pasado factura en mi ánimo y dudaba que algo me pudiera interesar. -Marruecos-Sahara, Travesía por el Rif, Cerdeña incógnita, Los caminos del Tirol-. Despacio, volví al primero: rincones perdidos, cielos nocturnos únicos, frondosos oasis. Como si de prender una llama se tratase, mi emoción iba en aumento, era mi viaje, hacia tanto tiempo que soñaba contemplar las estrellas bajo el cielo del desierto...qué fácil me resultaba trasladarme a las cálidas dunas, mi cuerpo ya estaba recibiendo ese dulce estímulo. Hacía tiempo que no tomaba una decisión, fue fácil, descolgué el teléfono y en unos minutos todo resuelto.
Amaneció una alegre mañana de primavera, como si de un resorte se tratase, salté de la cama camino de la ducha, me sentía pletórica. A los pies de mi cama, la mochila, saco de dormir, cámara fotográfica, todo lo necesario para mi soñado viaje.
Tras un ligero desayuno, salí con premura hacia la estación de tren, me sentía tranquila, había tiempo suficiente y quería disfrutar de mi aventura, lo esencial era disfrutar el camino, sin prisas por llegar, sentir independientemente del lugar elegido, cualquier etapa sería mi hogar, lo esencial era percibirme y percibir lo que me rodeaba. Abrir los ojos, sentir mi tacto, percibir nuevos olores, escuchar la naturaleza, paladear nuevos sabores...
Por primera vez realizaba un viaje sola, no tenía miedo, me creía capaz de navegar, buscaría la corriente, confiaría en mi y en los que me rodearan, relajada estaba segura que conseguiría salir a flote, cualquier elección sería buena, habría oportunidades y las sabría aprovechar.
Ensimismada en mis pensamientos llegué a la estación, algo raro ocurría, la gente andaba nerviosa de en el vestíbulo, levanté mis ojos hasta recorrer una gran pancarta –POR UN FERROCARRIL PUBLICO-, no hizo falta más, ahí terminaba mi viaje.
Esperanza
Corría la primavera del año 98, era muy joven. Estaba recién casada y como cada viernes tarde acostumbraba a tomar el tren que en poco más de tres horas me llevaría hasta la ciudad donde trabajaba mi pareja.
Llegué ansiosa y puntual a la estación con billete en mano, deseosa de ocupar mi asiento y partir; pero algo iba mal. Tras esperar unos minutos interminables, el tren con salida a Madrid no llegaba, el andén seguía vacío.
Me encaminé hasta la ventanilla, donde una amable señorita me comunicó que una huelga indefinida de trabajadores era el motivo de la anulación de todos los viajes previstos para aquel día. Se me cayó el alma al suelo. Indignados todos los afectados exigimos que fletaran autobuses para nuestros diferentes destinos, pero la compañía se negó. No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a esperar toda la noche en la sala de espera de la estación.
Pero yo no estaba dispuesta a resignarme, deseaba encontrarme con mi enamorado y disfrutar de un fin de semana a su lado, así que, contraté un taxi que me llevó hasta el portal del bloque donde ambos compartíamos un destartalado y pequeño nidito de amor.
El viajecito me costó un huevo, fue una noche surrealista pero y ¡lo bien que lo pasamos!. Todos se reían después y me decían que estaba loca y era cierto, estaba loca de amor y repleta de juventud.
Ana
No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación... Estación de un pequeño pueblo andaluz, donde sólo para un tren cada no se cuanto. Pues ese es el que yo esperaba y ni siquiera iba a llegar, ¡la huelga! Bueno todo sea por solidaridad. No quiero cabrearme, pero es que ese concierto al que me dirigía, era único. Absorta como estaba en estos pensamientos, algo llamó mi atención. Era una voz conocida, voz nerviosa, precipitada.
No me lo puedo creer es Paula. Ella agitada como iba ni me vio. Se quejaba a un móvil, claro que no era al móvil, sino a quien estaba al otro lado del auricular.
- Te lo dije, te lo dije, a quien se le ocurre aquí en medio de la nada, ¡coge ese tren, coge ese tren!
Y siguió y siguió vociferando. Cuando por fin colgó o le colgaron, me acerqué a ella y de la misma euforia se le saltaron las lágrimas, cosa no extraña en Paula. Nos contamos cómo habíamos llegado hasta allí y por fin pudimos relajarnos. ¡Bueno una más que otra!
Decidimos reírnos de la situación e ir al bar que aún estaba abierto. Ella se envalentonó y pidió un tinto con casera, yo me bebí tres cervezas. Creo que fueron unas siete horas de espera y entre risas, porque es fácil reírse con mi amiga, unas veinte llamadas a sus niños, a su amado.
A pesar de todo fue una experiencia muy divertida, creo que ella lo recordará igual que yo, y de lo que estoy segura es que no habría cambiado nada de aquellas siete horas que pasamos juntas.
Mercedes
No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación, cosa que no me hacía nada de gracia, pues la nueva Ley Antitabaco me ponía más nerviosa y me daba más ganas de fumar. Había preparado mucho este viaje cambiando la fecha de mis vacaciones y pasar de los días de sol y playa, sustituyéndolos por un viaje a Madrid. Decidí que Septiembre era el mes ideal para mis planes, quería ver algunos estrenos teatrales y mis visitas por Internet me dieron unas cuantas ideas. Ya tenía compradas mis entradas para tres estrenos, una de ellas para un musical que me hacía mucha ilusión.
Me salí fuera de la estación para fumarme un cigarro y calmar mi mal humor por este contratiempo con el que había comenzado mis vacaciones. Al terminar de fumar, entré en la cafetería, me apetecía tomarme un café. Miré a mí alrededor y no encontré ninguna mesa vacía. Todo a mi alrededor eran malas caras, niños correteando, gente hablando por el móvil contando a sus amigos, familiares...etc., el retraso de su viaje. Escuche detrás de mí una voz de mujer que me invitaba a sentarme en su mesa. Al volverme vi una señora de unos treinta y tanto años y a su lado una preciosa niña pequeña que calculé que tendría cinco o seis años jugando con su Nintendo. Acepté su invitación aunque no tenía ganas de entablar conversación con nadie. Me pedí un café. La niña dejó de jugar con su maquinita y me dijo que se llamaba Marta para a continuación preguntarme si yo también iba a Madrid al médico. Miré extrañada a su madre y ésta me dedicó una sonrisa pero sus ojos delataban tristeza. Aprovechando que la niña estaba distraída su madre me contó su problema: Iban a Madrid a visitar a un médico para intentar buscar solución para una extraña enfermedad que la niña tenía. Esta mujer era madre soltera y su hija era su vida, había cogido todos sus ahorros y con ayuda de familiares y amigos, encontraron a un médico en Madrid que ya había tratado casos similares con gran éxito. Llevaban un mes detrás de la cita médica y por fin se la habían dado para mañana, por lo que la preocupación de que esta huelga se prolongara traía preocupadísima a María, que así se llamaba la madre de Marta.
De repente me sentí fatal, yo preocupándome por un tema tan banal como unas vacaciones o unos estrenos teatrales y esta madre con un tema tan importante como la salud de su hija. De repente quise que el tren saliera inmediatamente y esta madre se sintiera mejor.
Me fui a una tienda que había en la estación y le compré un cuento a Marta. Su madre me dio las gracias y Marta un beso como señal de agradecimiento. Por megafonía sonó una voz que nos indicaba que la huelga se había solucionado. Subimos al tren y nos sentamos juntas. Cuando llegamos a nuestro destino le pregunté si tenía alguien en Madrid para que la acompañara al Hospital y ella me dijo que no. En ese momento decidí que debía quedarme con ella, que mis vacaciones teatrales podrían esperar otro año.
Nunca me arrepentiré de la decisión que tomé ese día, porque de repente supe que en la vida hay que dar prioridades a determinadas cosas que hasta ahora ni las hubiera pensado. De esta historia ya han pasado tres años, sigo en contacto con Marta y María. Este año en su próxima revisión médica iré con ellas a Madrid y ellas me acompañaran a esos estrenos teatrales que se me quedaron pendientes ese día.
Mª Ángeles
No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación; situación que me desesperaba, ya que este viaje a París lo tenía organizado como una válvula de escape, por lo cual necesitaba salir lo antes posible.
Después de ir de una ventanilla a otra para que me confirmaran que efectivamente había una avería en la catenaria, me decidí ir a la cafetería de la estación para comer algo. Mi sorpresa fue, cuando vi al final de la barra, a Andrés, mi amor platónico de la universidad; me acerque a él y se sorprendió tanto como yo, hacía más de cinco años que no nos veíamos. Después de charlar sin parar y de recordar viejos tiempos, nos dimos cuenta que los dos íbamos a París, aunque él iba por trabajo. Nos dimos los números de teléfono, para quedar cuando él tuviera un hueco en su apretada agenda.
Cuando llevaba dos días en París me llamó para que nos viésemos; fue increíble lo bien que me lo pase con él, situación que duró los siete días restantes que me quedaban por estar en París, aunque esta situación perdura después de llevar casada con Andrés tres años.
Al día de hoy le doy las gracias a esa avería del tren, ya que esa situación propició nuestro encuentro y gracias a ello he encontrado al amor de mi vida.
Nuestra vida es como un viaje en tren, llena de embarques y desembarques, de pequeños accidentes en el camino, de sorpresas agradables, de alertas falsas y verdaderas, con algunas subidas y bajadas tristes, con subidas y bajadas de alegría. Cuando nacemos y subimos al tren, encontramos dos personas queridas, nuestros padres, que nos harán conocer el “Gran” viaje hasta alguna parte del camino. Lamentablemente, ellos en alguna estación se bajarán para no volver a subir más. Quedaremos huérfanos de su cariño, protección y afecto. Pero a pesar de esto, nuestro viaje continuará
Mari
Por fin llegaron las vacaciones, nunca olvidaremos ese ocho de agosto. Eran las cinco de la tarde en la estación de Atocha y nos disponíamos a coger el tren. Llegó la hora de nuestras vacaciones nos íbamos a París, nos disponíamos a subir al tren y a lo lejos se oía por megafonía "disculpen las molestias que podamos ocasionar, estamos en huelga".
No me lo podía creer tres años ahorrando para esto, pues si ahí estabamos cuatro niños, mi marido yo y los abuelos. Los ochos sentados en un banco, mirando al tren. Entre el calor, los niños corriendo, los abuelos cansados, mi marido enfadado, todo era un caos.
Me puse a andar por el andén para despejarme y a lo lejos vi un maletín de piel de color marrón y por una esquina del maletín vi que asomaba un trozo de papel blanco.
Me gire a ambos lados, vi que no había nadie así que me agache y lo cogí.
Cuidadosamente, por la esquina que asomaba ese papelito blanco, lo cogí y decía "hoy es tu día de suerte,
cuando abras el maletín lo sabrás". Seguí leyendo ansiosamente todo el mensaje, pues no entendía eso de la suerte. En esas líneas una persona hablaba que la vida lo había tratado muy mal y nunca tuvo suerte, por eso quería que la persona que encontrase ese maletín fuera, por unos minutos, la persona más feliz del mundo.
Me asusté mucho y me dirigí donde estaba toda mi familia esperándome.
Les conté todo lo ocurrido y nos dispusimos para abrir el maletín. Vaya si fue el día más feliz de nuestra vida
"estaba lleno de miles de euros".
Jamás pensé que iba a alegrarme tanto de una huelga. De repente se vuelve a oír por megafonía:
"se les informa que pueden subir al tren, la huelga a terminado".
Fueron nuestras mejores vacaciones.
Antonia
No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación. Después de tanto ajetreo y mareo de cabeza me encuentro como muchos de estos pasajeros, todos con sus historias y problemas.
Se ven gente con maletas que van de un sitio a otro y niños alborotando por la sala, mayores leyendo el periódico incluso jóvenes durmiendo en el suelo; no hay asientos donde sentarse y la cafetería está a tope. Las máquinas de las bebidas están vacías, y la gente en general está amargada y protestando.
Pues bien, hace unos días me mandaron un e-mail desde Barcelona para ofrecerme un trabajo, me daban una cita para una entrevista a la cual tendría que ir como otros aspirantes.
Tuve que buscar algo de dinero y fue mi hermana la que me lo prestó porque tendría que viajar hasta Barcelona. Cogí el tren como medio de transporte pues el avión me resultaba algo más caro. También reservé un hostal pues tendría que pasar la noche allí y mi presupuesto no era muy grande. Pues bien después de mi situación, me encuentro en esta estación sin poder moverme pues de buenas a primera los empleados de RENFE se han puesto en huelga y aquí nos tienen a los pasajeros pasándola negra.
Ellos que tienen trabajo se quejan de los salarios que tienen y los que estamos en el paro y buscamos trabajo estamos deseando tenerlo.
Yo, si no descombocan esta huelga me veré en una situación más lamentable. Pues no podré asistir como los otros aspirantes a la entrevista de trabajo y los gastos que he hecho no me servirán de nada. Espero como otros pasajeros tener un feliz y pronto desenlace pues en ello va un poco de mi futura vida.
Charo
Este verano nos fuimos de vacaciones a Marruecos. Antes de irnos de viaje, fui en una agencia de viajes de mi ciudad y le pedí una reserva de tren y hotel en Marrakech. Está lejos del pueblo donde vivo, casi a 800 kilómetros.
Cuando llegamos a nuestro pueblo, descansamos una semanita en casa, en Mekines. Después de descansar, el domingo decidimos coger un tren para Marrakech para estar allí a las doce de la mañana. Cuando llegamos a la estación, sobre las diez de la noche y con los billetes en la mano, me acerqué a una ventanilla para preguntar en qué andén teníamos que esperar el tren. Me dijeron que el tren ya se había ido y tenía que esperar al siguiente. En ese momento se me cambió la cara y me preguntó mi marido que pasaba porque él no entendía el árabe y mi hijo como lo entendía le dijo a mi marido se había ido al tren.
Le dije a mi marido que nos sentáramos para hablar tranquilos. Nos sentamos en una cafetería y le dije que esperara allí con los niños porque yo iba a hablar con el encargado. Le dije que yo tenía los billetes para España, que la salida era a las once y no podía perder la reserva del hotel.
Había más gente que estaba en la misma situación y había hasta una novia que no quería perderse su luna de miel.
El encargado nos dijo que la única esperanza era esperar a algún tren más tarde y la única solución era rezar.
Pasaron horas y horas, los niños estaban agotados, medio dormidos y un montón de cafés bebidos para aguantar la espera.
Escuché por el micrófono al encargado llamando a todos los viajeros que iban a Marrakech que se acercaran a las ventanillas. En un momento se formó una cola enorme. Cuando me tocó a mí, eran las dos de la madrugada. Por fin, gracias a Dios, hay salida. Mi marido me abrazó y mis hijos gritaron de alegría.
Souad