martes, 29 de marzo de 2011

La Estación


A veces nuestros planes se pueden torcer. Como le ocurre al personaje de este nuevo relato que vais a escribir. La situación es la siguiente: nuestro o nuestra protagonista emprende un viaje planificado con mucha antelación, pero al llegar a la estación de tren, una huelga bloquea la salida de todos los trenes. El relato tiene el siguiente comienzo: "No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación...


No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación. No podía creer lo que me estaba pasando, miraba las caras de los demás y encontraba caras de enfado, de cansancio, de aburrimiento, de resignación, incluso de acéptalo con humor que no hay nada que puedas hacer. Pero mi cara debía mostrar la desesperación que llevaba dentro. Había hablado con ella el día anterior, me había dado la última oportunidad de ser feliz con la mujer de mi vida, mi gran amor. Yo había tenido la culpa de nuestra ruptura, ella estaba muy enfadada y con razón. Había intentado ponerme en contacto sin éxito con ella para volver a pedirle perdón.... y por fin ayer ella me atendió el teléfono, me dio la oportunidad de explicarme, de decirle cuales eran mis sentimientos, que mi vida no tiene sentido si ella no forma parte de ella, que me diese la oportunidad de demostrárselo. Y dijo que sí, que sí, me volví loco de alegría. Ella me contó que si de verdad la quería tanto sería ésta mi última oportunidad. Debía reunirme con ella en Paris esta noche, y mañana partiríamos los dos juntos hacia Moscú, donde ella tenía su nuevo trabajo. No me lo pensé, preparé mi maleta y saqué mi billete de tren para Barcelona por Internet, todo iba sobre ruedas hasta que llegué a la estación y me comunicaron que había un problema y que las salidas de los trenes quedaban canceladas. No podía creer lo que estaba escuchando... intenté llamarla, tenía el móvil desconectado. Estaba bloqueado, no podía pensar con claridad, dí vueltas por toda la estación, el tiempo corría en mi contra, no llegaría a París a la hora acordada y ella pensaría que de nuevo le había fallado, que no debió confiar en mi. Esta vez no era culpa mía, como podría explicárselo.... fue la noche más larga de toda mi vida. Ese era mi última oportunidad, era mi último tren para alcanzar la felicidad y lo había perdido...

Carmen


había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación. Después de tanto ajetreo y mareo de cabeza, me encuentro como muchos de estos pasajeros, todos con sus historias y problemas. Se ve gente con maletas que van de un sitio a otro y niños alborotando por la sala, mayores leyendo el periódico incluso jóvenes durmiendo en el suelo; no hay asientos donde sentarse y la cafetería está a tope, las máquinas de las bebidas están vacías, y la gente en general está amargada y protestando. Como sabrán todos, estamos pasando una crisis económica mundial bastante fuerte y España como no, no iba a ser menos. Pues bien yo soy una de tantos parados y como tal no paro de buscar trabajo y mando currículums a todos sitios y ahora con Internet también utilizo el correo electrónico para tal fin. Los mando incluso fuera de mi región. Pues bien, hace unos días me mandaron un e-mail desde Barcelona para ofrecerme un trabajo, me citaban para una entrevista a la que tendría que ir como otros aspirantes. Tuve que buscar algo de dinero y fue mi hermana la que me lo prestó porque tendría que viajar hasta Barcelona. Cogí el tren como medio de transporte, pues el avión me resultaba algo más caro, también cogí un hostal pues tendría que pasar la noche allí y mi presupuesto no era muy grande. Pues bien, después de mi situación, me encuentro en esta estación sin poder moverme pues de buenas a primera los empleados de RENFE se han puesto en huelga y aquí nos tienen a los pasajeros pasándola negra. Ellos que tienen trabajo se quejan de los salarios que tienen y los que estamos en el paro y buscamos trabajo, estamos deseando tenerlo. Yo, si no desconvocan esta huelga, me veré en una situación más lamentable, pues no podré asistir como los otros aspirantes a la entrevista de trabajo y los gastos que he hecho no me servirán de nada. Espero, como otros pasajeros, tener un feliz y pronto desenlace pues en ello va un poco de mi futura vida.
aro
o había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación, cosa que no me hacía nada de gracia, pues la nueva Ley Antitabaco me ponía más nerviosa y me daba más ganas de fumar. Había preparado mucho este viaje cambiando la fecha de mis vacaciones y pasar de los días de sol y playa, sustituyéndolos por un viaje a Madrid. Decidí que Septiembre era el mes ideal para mis planes, quería ver algunos estrenos teatrales y mis visitas por Internet me dieron unas cuantas ideas. Ya tenía compradas mis entradas para tres estrenos, una de ellas para un musical que me hacía mucha ilusión. Me salí fuera de la estación para fumarme un cigarro y calmar mi mal humor por este contratiempo con el que había comenzado mis vacaciones. Al terminar de fumar, entré en la cafetería, me apetecía tomarme un café. Miré a mi alrededor y no encontré ninguna mesa vacía. Todo a mi alrededor eran malas caras, niños correteando, gente hablando por el móvil contando a sus amigos, familiares… etc., el retraso de su viaje. Escuche detrás de mí una voz de mujer que me invitaba a sentarme en su mesa. Al volverme vi una señora de unos treinta y tanto años y a su lado una preciosa niña pequeña que calculé que tendría cinco o seis años jugando con su Nintendo. Acepté su invitación aunque no tenía ganas de entablar conversación con nadie. Me pedí un café. La niña dejó de jugar con su maquinita y me dijo que se llamaba Marta para a continuación preguntarme si yo también iba a Madrid al médico. Miré extrañada a su madre y ésta me dedicó una sonrisa pero sus ojos delataban tristeza. Aprovechando que la niña estaba distraída su madre me contó su problema: Iban a Madrid a visitar a un médico para intentar buscar solución para una extraña enfermedad que la niña tenía. Esta mujer era madre soltera y su hija era su vida, había cogido todos sus ahorros y con ayuda de familiares y amigos, encontraron a un médico en Madrid que ya había tratado casos similares con gran éxito. Llevaban un mes detrás de la cita médica y por fin se la habían dado para mañana, por lo que la preocupación de que esta huelga se prolongara traía preocupadísima a María, que así se llamaba la madre de Marta. De repente me sentí fatal, yo preocupándome por un tema tan banal como unas vacaciones o unos estrenos teatrales y esta madre con un tema tan importante como la salud de su hija .De repente quise que el tren saliera inmediatamente y esta madre se sintiera mejor. Me fui a una tienda que había en la estación y le compré un cuento a Marta. Su madre me dio las gracias y Marta un beso como señal de agradecimiento. Por megafonía sonó una voz que nos indicaba que la huelga se había solucionado. Subimos al tren y nos sentamos juntas. Cuando llegamos a nuestro destino le pregunté si tenía alguien en Madrid para que la acompañara al Hospital y ella me dijo que no. En ese momento decidí que debía quedarme con ella, que mis vacaciones teatrales podrían esperar otro año. Nunca me arrepentiré de la decisión que tomé ese día, porque de repente supe que en la vida hay que dar prioridades a determinadas cosas que hasta ahora ni las hubiera pensado. De esta historia ya han pasado tres años, sigo en contacto con Marta y María. Este año en su próxima revisión médica iré con ellas a Madrid y ellas me acompañaran a esos estrenos teatrales que se me quedaron pendientes ese día.
Mª Ángeles

No había nada que hacer; la única cosa era resignarme a pasar la noche en la sala de espera de la estación. Eché un vistazo y encontré un banco en un rincón, me dirigí hacia ese lugar, que estaba bastante alejado de la entrada, pensando en las horas que pasarían hasta que mi tren saliese. Ya sentado, me di cuenta de lo especial que era ese lugar; La gente andaba de aquí para allá matando el tiempo, otros charlaban animadamente en un rincón, algunos bebían en la cafetería y un joven inmensamente feliz, o eso me pareció, tocaba una guitarra y cantaba al amor sentado en el andén. Mis pensamientos empezaban a aislarme de esta gente, y así fue como recordé aquel día. Rosa Alcaide era menuda, morena, de ojos grandes color miel, muy risueña y tremendamente simpática. Era mi compañera de piso, de trabajo y era también mi compañera sentimental, o novia como a ella le gustaba decir. Mis amigos decían que no era muy guapa, pero para mí era la mujer más hermosa de la tierra. Ese día Rosa se marchaba. Rosa: ¡Tengo que irme! Entiéndelo David. David: no puedo entenderlo, si tanto me quieres ¿por qué te vas? Rosa: sé, que si sigo aquí, no terminarás la carrera y acabarás reprochándotelo toda tu vida. David: no digas eso, yo no sería capaz..... Con un beso me cerró la boca, acariciando mi mejilla y regalándome una sonrisa, dijo adiós y subió a ese tren maldito. Pocas horas más tarde, las noticias partían mi corazón en dos, "Atentado islamista en Madrid" Supe que Rosa murió en el atentado. Salgo de mis pensamientos al escuchar a un tipo que cantaba ¡QUEEEE VIIIVAAAA ESSSSPAAAÑAAA! Sin duda iba con alguna copita de más, debido a tan larga espera ¡Hay que ver lo flamenco que se vuelven algunos cuando beben! pensé y volviendo la mirada hacia otro lado contemplé los malabares que hacían un chico y una chica en el centro de la estación, pasando una gorra entre el público al terminar su número. Cerré los ojos con intención de dormir un poco y mi mente volvió a volar. ¡Rosa, Rosa! balbuceaba mientras lloraba frente a sus cenizas, que iban a ser arrojadas al mar en su pueblo, San Vicente de la Barquera. Nunca más la vería reír con esa risa contagiosa que la hacía una chica única. Abro los ojos, no quiero seguir recordando, de pronto entran en la estación dos vascos, uno con una botella de Xacolí en la mano y el otro con un vaso, estos vienen bien cargados para no dar dos viajes, pensé, y de pronto empiezan a cantar "EL VINO QUE TIENE ASUNCIÓN" ¡Como gusta el vino en España! jajajaja, me rio con ganas. Me levanto del banco, cojo mi maleta y empiezo a caminar, no deseo volver a recordar, encaminándome a la entrada, cuando veo entrar corriendo a Lola, mirando en todas direcciones y encontrándome por fin. Se para, me mira y camina hacia mí, veo una lagrima resbalar por su mejilla; Yo camino hacia ella, nos encontramos y sin decir nada nos abrazamos, y me dice muy bajito al oído: no te marches, David. La miro a los ojos, y recordando aquella de Rosa, sonrió y le contesto: Sabes que nunca la olvidaré. Lola: ya lo sé, ella es tu pasado, pero yo soy tu presente, y te mereces seguir viviendo. Yo no quiero que la olvides, David, pero mírame, te quiero. David: por eso te quiero tanto, porque no eres para nada egoísta, por tu humanidad y porque sabes entregarte sin más. La beso, acaricio su pelo, pienso ¡gracias Rosa! se que tú me has enviado a esta mujer para ser feliz, ahora tengo que dejarte, he de vivir mi vida. Nos cogemos de la mano y salimos de esa estación, por una vez una huelga me ha merecido la pena, me ha devuelto a la vida.


José Antonio


No había nada que hacer, la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sede de espera de la estación, así que me puse a dar vueltas y vueltas de un lado para el otro, sin saber qué hacer, una señora que estaba allí sentada me dijo que me tranquilizara que por muchas vueltas que diera hoy no se iba a solucionar así: - Quedate tranquililla ya, que me estás poniendo nerviosa, hija. Yo no sabía qué hacer con el comentario de esa señora, así que sin pensarlo cogí mis maletas y se fui muy molesta y maldiciendo a la señora, al doblar la esquina tropecé y caí encima de… Cuando miré hacia arriba y vi aquel hombre tan alto, tan guapo tan moreno y con esos ojos tan verdes y madurito me quedé sin palabras. El hombre me preguntó si me encontraba bien, pero yo no podía articular ninguna palabra, solo podía tener la boca abierta y balbucear. Él le djo que como no cerrara la boca, le iba a entrar una mosca, y los dos empezaron a reír...


Mónica

Como era habitual en cada temporada, una propaganda de agencia me informaba de los nuevos Viajes Primaverales 2011.

Comencé su lectura sin entusiasmo, el invierno había pasado factura en mi ánimo y dudaba que algo me pudiera interesar. -Marruecos-Sahara, Travesía por el Rif, Cerdeña incógnita, Los caminos del Tirol-. Despacio, volví al primero: rincones perdidos, cielos nocturnos únicos, frondosos oasis. Como si de prender una llama se tratase, mi emoción iba en aumento, era mi viaje, hacia tanto tiempo que soñaba contemplar las estrellas bajo el cielo del desierto...qué fácil me resultaba trasladarme a las cálidas dunas, mi cuerpo ya estaba recibiendo ese dulce estímulo. Hacía tiempo que no tomaba una decisión, fue fácil, descolgué el teléfono y en unos minutos todo resuelto.

Amaneció una alegre mañana de primavera, como si de un resorte se tratase, salté de la cama camino de la ducha, me sentía pletórica. A los pies de mi cama, la mochila, saco de dormir, cámara fotográfica, todo lo necesario para mi soñado viaje.

Tras un ligero desayuno, salí con premura hacia la estación de tren, me sentía tranquila, había tiempo suficiente y quería disfrutar de mi aventura, lo esencial era disfrutar el camino, sin prisas por llegar, sentir independientemente del lugar elegido, cualquier etapa sería mi hogar, lo esencial era percibirme y percibir lo que me rodeaba. Abrir los ojos, sentir mi tacto, percibir nuevos olores, escuchar la naturaleza, paladear nuevos sabores...

Por primera vez realizaba un viaje sola, no tenía miedo, me creía capaz de navegar, buscaría la corriente, confiaría en mi y en los que me rodearan, relajada estaba segura que conseguiría salir a flote, cualquier elección sería buena, habría oportunidades y las sabría aprovechar.

Ensimismada en mis pensamientos llegué a la estación, algo raro ocurría, la gente andaba nerviosa de en el vestíbulo, levanté mis ojos hasta recorrer una gran pancarta –POR UN FERROCARRIL PUBLICO-, no hizo falta más, ahí terminaba mi viaje.

Esperanza


Corría la primavera del año 98, era muy joven. Estaba recién casada y como cada viernes tarde acostumbraba a tomar el tren que en poco más de tres horas me llevaría hasta la ciudad donde trabajaba mi pareja.

Llegué ansiosa y puntual a la estación con billete en mano, deseosa de ocupar mi asiento y partir; pero algo iba mal. Tras esperar unos minutos interminables, el tren con salida a Madrid no llegaba, el andén seguía vacío.

Me encaminé hasta la ventanilla, donde una amable señorita me comunicó que una huelga indefinida de trabajadores era el motivo de la anulación de todos los viajes previstos para aquel día. Se me cayó el alma al suelo. Indignados todos los afectados exigimos que fletaran autobuses para nuestros diferentes destinos, pero la compañía se negó. No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a esperar toda la noche en la sala de espera de la estación.

Pero yo no estaba dispuesta a resignarme, deseaba encontrarme con mi enamorado y disfrutar de un fin de semana a su lado, así que, contraté un taxi que me llevó hasta el portal del bloque donde ambos compartíamos un destartalado y pequeño nidito de amor.

El viajecito me costó un huevo, fue una noche surrealista pero y ¡lo bien que lo pasamos!. Todos se reían después y me decían que estaba loca y era cierto, estaba loca de amor y repleta de juventud.

Ana


No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación... Estación de un pequeño pueblo andaluz, donde sólo para un tren cada no se cuanto. Pues ese es el que yo esperaba y ni siquiera iba a llegar, ¡la huelga! Bueno todo sea por solidaridad. No quiero cabrearme, pero es que ese concierto al que me dirigía, era único. Absorta como estaba en estos pensamientos, algo llamó mi atención. Era una voz conocida, voz nerviosa, precipitada.

No me lo puedo creer es Paula. Ella agitada como iba ni me vio. Se quejaba a un móvil, claro que no era al móvil, sino a quien estaba al otro lado del auricular.

- Te lo dije, te lo dije, a quien se le ocurre aquí en medio de la nada, ¡coge ese tren, coge ese tren!

Y siguió y siguió vociferando. Cuando por fin colgó o le colgaron, me acerqué a ella y de la misma euforia se le saltaron las lágrimas, cosa no extraña en Paula. Nos contamos cómo habíamos llegado hasta allí y por fin pudimos relajarnos. ¡Bueno una más que otra!

Decidimos reírnos de la situación e ir al bar que aún estaba abierto. Ella se envalentonó y pidió un tinto con casera, yo me bebí tres cervezas. Creo que fueron unas siete horas de espera y entre risas, porque es fácil reírse con mi amiga, unas veinte llamadas a sus niños, a su amado.

A pesar de todo fue una experiencia muy divertida, creo que ella lo recordará igual que yo, y de lo que estoy segura es que no habría cambiado nada de aquellas siete horas que pasamos juntas.


Mercedes


No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación, cosa que no me hacía nada de gracia, pues la nueva Ley Antitabaco me ponía más nerviosa y me daba más ganas de fumar. Había preparado mucho este viaje cambiando la fecha de mis vacaciones y pasar de los días de sol y playa, sustituyéndolos por un viaje a Madrid. Decidí que Septiembre era el mes ideal para mis planes, quería ver algunos estrenos teatrales y mis visitas por Internet me dieron unas cuantas ideas. Ya tenía compradas mis entradas para tres estrenos, una de ellas para un musical que me hacía mucha ilusión.

Me salí fuera de la estación para fumarme un cigarro y calmar mi mal humor por este contratiempo con el que había comenzado mis vacaciones. Al terminar de fumar, entré en la cafetería, me apetecía tomarme un café. Miré a mí alrededor y no encontré ninguna mesa vacía. Todo a mi alrededor eran malas caras, niños correteando, gente hablando por el móvil contando a sus amigos, familiares...etc., el retraso de su viaje. Escuche detrás de mí una voz de mujer que me invitaba a sentarme en su mesa. Al volverme vi una señora de unos treinta y tanto años y a su lado una preciosa niña pequeña que calculé que tendría cinco o seis años jugando con su Nintendo. Acepté su invitación aunque no tenía ganas de entablar conversación con nadie. Me pedí un café. La niña dejó de jugar con su maquinita y me dijo que se llamaba Marta para a continuación preguntarme si yo también iba a Madrid al médico. Miré extrañada a su madre y ésta me dedicó una sonrisa pero sus ojos delataban tristeza. Aprovechando que la niña estaba distraída su madre me contó su problema: Iban a Madrid a visitar a un médico para intentar buscar solución para una extraña enfermedad que la niña tenía. Esta mujer era madre soltera y su hija era su vida, había cogido todos sus ahorros y con ayuda de familiares y amigos, encontraron a un médico en Madrid que ya había tratado casos similares con gran éxito. Llevaban un mes detrás de la cita médica y por fin se la habían dado para mañana, por lo que la preocupación de que esta huelga se prolongara traía preocupadísima a María, que así se llamaba la madre de Marta.

De repente me sentí fatal, yo preocupándome por un tema tan banal como unas vacaciones o unos estrenos teatrales y esta madre con un tema tan importante como la salud de su hija. De repente quise que el tren saliera inmediatamente y esta madre se sintiera mejor.

Me fui a una tienda que había en la estación y le compré un cuento a Marta. Su madre me dio las gracias y Marta un beso como señal de agradecimiento. Por megafonía sonó una voz que nos indicaba que la huelga se había solucionado. Subimos al tren y nos sentamos juntas. Cuando llegamos a nuestro destino le pregunté si tenía alguien en Madrid para que la acompañara al Hospital y ella me dijo que no. En ese momento decidí que debía quedarme con ella, que mis vacaciones teatrales podrían esperar otro año.

Nunca me arrepentiré de la decisión que tomé ese día, porque de repente supe que en la vida hay que dar prioridades a determinadas cosas que hasta ahora ni las hubiera pensado. De esta historia ya han pasado tres años, sigo en contacto con Marta y María. Este año en su próxima revisión médica iré con ellas a Madrid y ellas me acompañaran a esos estrenos teatrales que se me quedaron pendientes ese día.

Mª Ángeles


No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación; situación que me desesperaba, ya que este viaje a París lo tenía organizado como una válvula de escape, por lo cual necesitaba salir lo antes posible.

Después de ir de una ventanilla a otra para que me confirmaran que efectivamente había una avería en la catenaria, me decidí ir a la cafetería de la estación para comer algo. Mi sorpresa fue, cuando vi al final de la barra, a Andrés, mi amor platónico de la universidad; me acerque a él y se sorprendió tanto como yo, hacía más de cinco años que no nos veíamos. Después de charlar sin parar y de recordar viejos tiempos, nos dimos cuenta que los dos íbamos a París, aunque él iba por trabajo. Nos dimos los números de teléfono, para quedar cuando él tuviera un hueco en su apretada agenda.
Cuando llevaba dos días en París me llamó para que nos viésemos; fue increíble lo bien que me lo pase con él, situación que duró los siete días restantes que me quedaban por estar en París, aunque esta situación perdura después de llevar casada con Andrés tres años.

Al día de hoy le doy las gracias a esa avería del tren, ya que esa situación propició nuestro encuentro y gracias a ello he encontrado al amor de mi vida.



Nuestra vida es como un viaje en tren, llena de embarques y desembarques, de pequeños accidentes en el camino, de sorpresas agradables, de alertas falsas y verdaderas, con algunas subidas y bajadas tristes, con subidas y bajadas de alegría. Cuando nacemos y subimos al tren, encontramos dos personas queridas, nuestros padres, que nos harán conocer el “Gran” viaje hasta alguna parte del camino. Lamentablemente, ellos en alguna estación se bajarán para no volver a subir más. Quedaremos huérfanos de su cariño, protección y afecto. Pero a pesar de esto, nuestro viaje continuará

Mari


Por fin llegaron las vacaciones, nunca olvidaremos ese ocho de agosto. Eran las cinco de la tarde en la estación de Atocha y nos disponíamos a coger el tren. Llegó la hora de nuestras vacaciones nos íbamos a París, nos disponíamos a subir al tren y a lo lejos se oía por megafonía "disculpen las molestias que podamos ocasionar, estamos en huelga".
No me lo podía creer tres años ahorrando para esto, pues si ahí estabamos cuatro niños, mi marido yo y los abuelos. Los ochos sentados en un banco, mirando al tren. Entre el calor, los niños corriendo, los abuelos cansados, mi marido enfadado, todo era un caos.

Me puse a andar por el andén para despejarme y a lo lejos vi un maletín de piel de color marrón y por una esquina del maletín vi que asomaba un trozo de papel blanco.
Me gire a ambos lados, vi que no había nadie así que me agache y lo cogí.

Cuidadosamente, por la esquina que asomaba ese papelito blanco, lo cogí y decía "hoy es tu día de suerte,
cuando abras el maletín lo sabrás". Seguí leyendo ansiosamente todo el mensaje, pues no entendía eso de la suerte. En esas líneas una persona hablaba que la vida lo había tratado muy mal y nunca tuvo suerte, por eso quería que la persona que encontrase ese maletín fuera, por unos minutos, la persona más feliz del mundo.

Me asusté mucho y me dirigí donde estaba toda mi familia esperándome.
Les conté todo lo ocurrido y nos dispusimos para abrir el maletín. Vaya si fue el día más feliz de nuestra vida
"estaba lleno de miles de euros".
Jamás pensé que iba a alegrarme tanto de una huelga. De repente se vuelve a oír por megafonía:
"se les informa que pueden subir al tren, la huelga a terminado".
Fueron nuestras mejores vacaciones.

Antonia


No había nada que hacer; la única cosa era resignarse a pasar la noche en la sala de espera de la estación. Después de tanto ajetreo y mareo de cabeza me encuentro como muchos de estos pasajeros, todos con sus historias y problemas.
Se ven gente con maletas que van de un sitio a otro y niños alborotando por la sala, mayores leyendo el periódico incluso jóvenes durmiendo en el suelo; no hay asientos donde sentarse y la cafetería está a tope. Las máquinas de las bebidas están vacías, y la gente en general está amargada y protestando.

Como sabrán todos estamos pasando una crisis económica mundial bastante fuerte y España como no, no iba a ser menos.Pues bien yo soy una de tantos parados y como tal no paro de buscar trabajo y mando currículums a todos sitios y ahora con Internet también utilizo el correo electrónico para tal fin y lo mando incluso fuera de mi región.
Pues bien, hace unos días me mandaron un e-mail desde Barcelona para ofrecerme un trabajo, me daban una cita para una entrevista a la cual tendría que ir como otros aspirantes.
Tuve que buscar algo de dinero y fue mi hermana la que me lo prestó porque tendría que viajar hasta Barcelona. Cogí el tren como medio de transporte pues el avión me resultaba algo más caro. También reservé un hostal pues tendría que pasar la noche allí y mi presupuesto no era muy grande. Pues bien después de mi situación, me encuentro en esta estación sin poder moverme pues de buenas a primera los empleados de RENFE se han puesto en huelga y aquí nos tienen a los pasajeros pasándola negra.
Ellos que tienen trabajo se quejan de los salarios que tienen y los que estamos en el paro y buscamos trabajo estamos deseando tenerlo.

Yo, si no descombocan esta huelga me veré en una situación más lamentable. Pues no podré asistir como los otros aspirantes a la entrevista de trabajo y los gastos que he hecho no me servirán de nada. Espero como otros pasajeros tener un feliz y pronto desenlace pues en ello va un poco de mi futura vida.


Charo


Este verano nos fuimos de vacaciones a Marruecos. Antes de irnos de viaje, fui en una agencia de viajes de mi ciudad y le pedí una reserva de tren y hotel en Marrakech. Está lejos del pueblo donde vivo, casi a 800 kilómetros.
Cuando llegamos a nuestro pueblo, descansamos una semanita en casa, en Mekines. Después de descansar, el domingo decidimos coger un tren para Marrakech para estar allí a las doce de la mañana. Cuando llegamos a la estación, sobre las diez de la noche y con los billetes en la mano, me acerqué a una ventanilla para preguntar en qué andén teníamos que esperar el tren. Me dijeron que el tren ya se había ido y tenía que esperar al siguiente. En ese momento se me cambió la cara y me preguntó mi marido que pasaba porque él no entendía el árabe y mi hijo como lo entendía le dijo a mi marido se había ido al tren.

Le dije a mi marido que nos sentáramos para hablar tranquilos. Nos sentamos en una cafetería y le dije que esperara allí con los niños porque yo iba a hablar con el encargado. Le dije que yo tenía los billetes para España, que la salida era a las once y no podía perder la reserva del hotel.
Había más gente que estaba en la misma situación y había hasta una novia que no quería perderse su luna de miel.
El encargado nos dijo que la única esperanza era esperar a algún tren más tarde y la única solución era rezar.
Pasaron horas y horas, los niños estaban agotados, medio dormidos y un montón de cafés bebidos para aguantar la espera.
Escuché por el micrófono al encargado llamando a todos los viajeros que iban a Marrakech que se acercaran a las ventanillas. En un momento se formó una cola enorme. Cuando me tocó a mí, eran las dos de la madrugada. Por fin, gracias a Dios, hay salida. Mi marido me abrazó y mis hijos gritaron de alegría.


Souad


jueves, 17 de marzo de 2011

La carta


Como unas cuantas líneas pueden cambiarte la vida...


Imaginad que recibís una carta que revela un misterio, una carta de una amistad perdida, una carta con buenas o tremendas noticias...


Este podría ser el comienzo de vuestro relato:


Tenía el corazón en la garganta: no había recibido nunca una carta similar.



Actividad adaptada de http://lapiedraenelestatanque.blogspot.com/




Como todos los días, mi querido Martín Almodóvar antes de entrar en casa, abrió el buzón de correos para recoger las cartas recibidas. Entre toda la propaganda, facturas y papelorio inútil que se encuentra en un buzón, había una carta dirigida a la atención de las hermanas Turpin. Era de una tal Olivia Menta. Martín levantó una ceja y yo la otra. Ni idea. No recordaba a nadie con ese nombre. Con cierta curiosidad, abrí el sobre. Me sorprendió su delicada y perfecta caligrafía, casi infantil. Recordé las aburridas e interminables horas que pasaba en la escuela, rellenando aquellos horribles Cuadernos Rubio que tanto le gustaban a la señorita Martirio. La carta era breve. Ocupaba apenas una cuartilla y encandilada como estaba con si visión, la voz de Martín me rescató de mi embelesamiento. Me preguntaba por el contenido de la carta y articulé una disculpa, explicando que había tenido un secuestro emocional con la señorita Martirio. ¿Señorita Martirio? La cara de Martín era de Violetasetevalaolla... Por fin, me decidí a sentarme en el sofá y juntos iniciamos la lectura de la carta: 7 de Abril 2008 Estimadas Violeta, Gardenia y Loto Turpin: Espero que al recibo de esta carta os encontréis con buena salud, yo a Dios Gracias, me encuentro bien, aunque no sé por cuanto tiempo, dada mi avanzada edad. Imagino la extrañeza que os provocará el contenido de esta carta. Soy Olivia Menta, amiga y camarada de vuestra abuela Violeta Arbós. Ambas militábamos en el colectivo AUM. Antes de morir, Violeta me eligió como depositaria de su testamento. Vosotras sois las únicas beneficiarias. Para haceros entrega del legado de vuestra abuela, os propongo una reunión en la sede del AUM. Para preservar el anonimato de este colectivo, os ruego que os pongáis en contacto conmigo a través de este teléfono 765346512 y podremos concertar una cita. Espero, emocionada, vuestra llamada. Se despide con cariño, Olivia Menta A cuadros, me quedé a cuadros ¿La abuela Violeta? ¿Militante? ¿Camarada? ¿AUM?. Alucinante. Estaba desconcertada. Decidí llamar a mis hermanas.
Rita

Hace ya muchos años, recibí una bonita carta que hoy todavía recuerdo. Para mí fue algo grandioso y bonito porque era la primera carta que recibía y al mismo tiempo, era de amor.


Mis padres conocían a una familia que tenía varios hijos. Yo me relacionaba con todos. Uno de ello se fue al ser el servicio militar y cuando vino de permiso fue a visitarnos. Nos saludamos y vi que tenía muchas ganas de hablarme. Me dijo que me había escrito una carta. Le contesté que no había recibido nada. Él me respondió que no la había mandado porque pronto iba a venir a vernos pero que lo haría.


Yo no puse ningún interés en este comentario, pero una tarde mi madre me dijo que había una carta para mí. Cual fue mi sorpresa al comprobar que me la había mandado Antonio, que así se llamaba ese chico.


La verdad estaba nerviosa y al mismo tiempo intrigada pues pensaba que era un rollo que este chico se había montado conmigo.


Cuando abrí la carta y empecé a leer no creía lo que me estaba pasando. Este chico me estaba sugiriendo una relación pues me decía en ella muchas cosas. Todavía hoy recuerdo las poesías que me escribió:


Si me quieres escribir,


ya sabes mi paradero,


en las montañas de África,


sin tabaco y sin dinero.


Como las olas del mar,


se estrellan sobre las roca,


igual me estrellaría yo,


por darte un beso en la boca.


Después de leer esto, yo no atinaba a seguir leyendo pues creo que me puse mas roja que un tomate, al mismo tiempo veía las letras unas encima de las otras. Nunca pensé que Antonio se hubiera fijado en mi. Yo pensaba que era otro hermano, el que iba detrás de mi pero nunca pensé que también éste.


Cuando yo lo conocí tenía novia y más tarde me enteré que se peleó con ella, pero a mí ni fu ni fa.


Conmigo era simpático y es verdad que me hablaba mucho, pues siempre me ha gustado la cocina y el era cocinero en un hotel de la costa, pero no pensé que el sintiera nada por mí, porque yo siempre he estado liada con mis libros y mis cosas y no pensaba en nada de chicos.


Lo curioso de la carta fue el final, decía:


Espero recibir noticias tuyas, se despide de ti hoy un amigo, mañana no sé... Antonio.


Como habréis pensado, yo no le contesté pero un día que iba para clase de inglés, me lo encontré y nos saludamos. Me quiso acompañar a clase pero le dije que yo sabía el camino. La verdad es que estaba nerviosísima, seguro que estaba hecha un flan, insistió y me acompañó. Esa hora, ni inglés ni nada, pues me dijo que me esperaría al salir y cuando lo hice, allí estaba para recogerme.


Esos minutos fueron interminables pues con lo corta que yo era y con lo que me escribió, yo me lo esperaba todo, como así fue. Me dijo que me escribió y que no había tenido respuesta, yo le dije que no había tenido tiempo. Se rió y por el camino se fue declarando.


Hoy día, después de tantos años y de haber sido su novia durante 14 meses, 7 meses por carta y 7 meses después de venir, lo recuerdo con cariño y añoranza. Pero como siempre he dicho, la distancia no es buena en una relación. Decidí hablar con él y lo dejamos. Hoy día seguimos manteniendo una buena amistad.


Pero como habréis visto a pesar de los años no se olvida una bonita y grata carta.



Charo





LA DAMA BLANCA


Era un día como tantos otros, al llegar a casa con la misma rutina de siempre, abrí el buzón para recoger mi correo, dirigí mi mirada al fondo del mismo localizando enseguida un pergamino, escrito inusual en estos tiempos. Cuidadosamente enrollado, de color vainilla y del tamaño de una cartulina, cerrado por un sello de lacre, que detonó en mi una señal de alerta de que algo extraño contenía. Taquicárdica rasgué por la parte del sello con premura y nada más desenvolverlo pude contemplar un hermoso pliego decorado en policromías y doradas letras. En el centro había un dibujo en miniatura en donde se apreciaba una hermosa torre mirador terminada en silla, decorada con motivos vegetales y aspas en colores almagra y blanco, de tradición mudéjar y barroca, rápidamente identifiqué la torre mirador de la casa Palacio Marqués de Arizón, el corazón comenzó a latir con más rapidez de lo habitual. Intenté concentrarme sin mucho éxito, parecía que estaba entrando en un sueño que me transportaba como si de un viaje sideral se tratase al S.XVII. Nuevamente volví al manuscrito ilustrado que mantenía entre mis temblorosas y asombradas manos. Mis ojos discurrían por todas los motivos vegetales púrpuras y azules que iluminaban sus bordes, con esfuerzo llegué a la letra capital y comencé emocionada su lectura- Nadie descansará en el Complejo Residencial Casa de Arizón- Firmado La Dama Blanca. Velozmente evoqué la historia del procesamiento de Diego de Arizón por haber asesinado a su esposa (1736) la sanluqueña margarita Serguera (que según la leyenda fue emparedada en esta casa), y a su mayordomo Juan Peix, por motivos de adulterio, ingresado en el castillo San Sebastián de Cádiz , aún hoy existe la creencia de la aparición del espíritu de la esposa asesinada, la Dama Blanca que deambula por la Casa de Arizón durante las noches de luna llena. Poco a poco y con mucho esfuerzo retorné a mi realidad. Mi primer pensamiento voló a mis camaradas del Aula Gerión, desde la que hemos batallado por la conservación y defensa del Patrimonio, siendo la casa Arizón el inmueble en el que hemos dejado la mayor parte de nuestra energía para evitar que un Bien de Interés Cultural se convierta en un Complejo Residencial. La Justicia por lenta se acercó a la injusticia dejándolo destruir sin castigar a los que no les tembló el pulso al firmar la licencia. Lo que comenzó entre la sin razón y el vandalismo levantó polvareda que puso a trabajar a la Dama Blanca. http://www.gerionsanlucar.com/Arizon_Historia_Arte.htm


Esperanza



Tenía el corazón en la garganta, nunca había recibido una carta así. La firma era de un hombre, su nombre para mí era desconocido. Su vocabulario era correcto y sencillo. Su mensaje fue lo que me dejó helada. Este hombre me relataba en su carta casi toda su vida, yo la leía como si se tratase de una novela. La verdad, pensé, no había tenido una vida fácil, ni mucho menos. No entendía nada, al tiempo que seguía leyendo no salía de mi asombro. Me hablaba de una dura enfermedad que padecía, que no tenía demasiado tiempo y que había decidido dejarme toda su fortuna y sus propiedades a mí. Todavía lo entendía menos. Seguía relatando una historia de amor de su juventud, con una chica, que se llamaba igual que mi madre ya fallecida. Me contaba que fue un amor verdadero y el único amor de su vida. Como ella un día le dijo que estaba embarazada y como sus padres le prohibieron casarse con ella. El sintió miedo y dejó de verla, aunque siempre estuvo informado de toda su vida. Me decía en la carta que yo era su hija, y conociendo que mi madre ya no estaba conmigo y que jamás se casaron ninguno de los dos, se sentía en deuda conmigo y por eso me hacía única heredera de todo cuando él muriese, algo que cada vez veía más cercano. No salía de mi asombro, mi intención inmediata fue localizar a este señor por la dirección de la carta y tener aún la posibilidad de conocerle y brindarle mi ayuda como hija suya que era, siempre había echado de menos a un padre...

Carmen
Era unos de esos días de lluvia, como siempre Maria, se quedó mirando por la ventana y se acordó de aquella cartas de su amado. De esas cartas han pasado mas de veinticinco años. Antes no existía tantos medios de comunicación ni ordenadores, ni teléfonos móviles, etc... pero si el correo: "las cartas". Por aquel entonces se estaban conociendo, pero ya se habían enamorado y ese era su medio para comunicarse. Maria abrió el cajón de la cómoda y buscó sus cartas, por el paso del tiempo estaban amarillentas y seguían atadas con su lazo rosa . Se puso a leerlas y recordó todo lo que se amaban, esas frases graciosas que decían: "corre, corre cartero que es para mi novia la que mas quiero". De repente salió el sol y a María se le había alegrado la cara. Ya han pasado veinticinco años de aquella maravillosa relación , tenemos dos hijos estupendos, y como dice el refrán: "HOY TE QUIERO MAS QUE AYER PERO MENOS QUE MAÑANA".


Antonia


La carta,esa carta que nunca llegaba y que siempre esperé. Esa carta en la cuál solo quería ver “perdóname”, solo con esa palabra hubiera descansado mentalmente después de veinte años, veinte años de recuerdos maravillosos, veinte años de recordar como me decía que nunca estaría sola, que si hacía falta me daría hasta la Luna. Y por supuesto que sin mí no tenía vida y cuando no estaba conmigo le faltaba el aire (os suena) todo palabrería; pero yo lo creí todo y por eso mi vida no era feliz porque me dejó. Era, he dicho era, y todo porque esa carta ha llegado . Si llegó el pasado jueves y fue tal mi ansiedad que hasta pasados dos días no pude abrirla. Ese día me senté en mi sofá preferido, bajé un poco las persianas y me dije “por fin. Cuando la abrí no vi la dichosa palabra, solo leía lo desgraciado que era y que nunca ,nunca ,nunca tenía que haberse portado tan mal conmigo. Que no le iba bien en su matrimonio, que no le iba bien en sus negocios ,que sus hijos le habían dado la espalda y se habían posicionado con su madre. En fin leía,leía y leía y cada vez estaba más contenta y feliz como hacía años y cuando al fin leí que me ponía su numero de teléfono para volver a reencontrarnos, sentí tal euforia que corrí por el móvil y lo llamé. Le dije no sabéis lo que le dije. Lo que durante 20 años tuve guardado y más. Me sentí relajada por primera vez en mucho tiempo y feliz muy feliz por haberme dado cuenta que nunca me mereció y que aunque he perdido veinte años pensando en alguien que era una fantasía, tengo muchos más para ser feliz con mi actual compañero.


Paqui


Tenía el corazón en la garganta cuando me puse a leer la carta recibida de una desconocida. Me decía que seguramente ella era mi madre biológica. Me quedé perpleja al leer esto, no entendía nada ,ya que yo no tuve nunca noticias de que fuera adoptada. En la carta me relataba que el 13 de abril de 1962, ella fue a dar a luz al hospital La Fe de Valencia. El parto fue bien, pero le comunicaron que el bebé había muerto nada más nacer. Me decía que siempre vio esta circunstancia muy rara, ya que, no le dejaron ni siquiera ver al bebé, lo único que le dijeron que era una niña. Siempre tuvo el presentimiento de que su niña no estaba muerta. Me contaba que llegó a sus oídos que se habían dado casos de niños vendidos en ese hospital, engañando a sus padres. Ella se vio reflejada en esta situación y desde ese preciso momento, empezó a indagar y sorprendentemente, su hija fue una de esas niñas vendidas. Yo no podía creer lo que leía, pero tenia que seguir. Ella me pedía que nos viésemos y que me hiciera las pruebas de ADN, ya que posiblemente yo era su hija. Vive de tal manera que, cuando tus hijos piensen en justicia, cariño e integridad, piensen en ti.


Mari


Aquella tarde tomaba el sol plácidamente, como todas las tardes al fin y al cabo, pero esa tarde el sol y la temperatura eran perfectos y el mar estaba tremendamente tranquilo. Me estaba quedando dormido con ese sopor que te da el sol en la cara, cuando vi llegar a la orilla una botella que por su diseño y color se me antojó bastante antigua, me gustó y decidí que me la quedaría. Fui a la orilla y ¡uf! ¡que fría estaba el agua! Agarré la botella y no podía creer lo que estaba viendo ¡había un papel dentro! De inmediato saqué ese papel y me di cuenta de que era una especie de carta o manuscrito fechado en CÁDIZ a 1 de Noviembre de 1755. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, esa fecha me era familiar, empecé a leer aquellos papeles: “Hoy a las 10 de la mañana el suelo de Cádiz ha empezado a temblar, no ha durado mucho tiempo pero ha sido una eternidad para los gaditanos, lo peor ha llegado a los pocos minutos cuando la ciudad ha empezado a ser inundada por el mar. La gente corre aterrada sin saber a donde ir. El mar lo destruye todo a su paso y nosotros nos refugiamos en la iglesia de la Palma, en el barrio de la Viña, donde el párroco y su ayudante nos prestan ayuda.” Dejo de leer, estoy muy nervioso, siento la angustia de esa pobre gente dentro de mí, respiro hondo y continuo leyendo: “Salimos a la calle el párroco y yo, solo vemos desolación y gaditanos llorando y huyendo, entonces el párroco y su ayudante corren hacia la capilla y yo empiezo a escribir esta carta. Quiero dejar testimonio de lo ocurrido, porque pienso que vamos a morir. En ese momento salen el párroco y su ayudante con el estandarte de La Virgen de la Palma, corren a la calle y cuando el agua se acerca a la iglesia destruyéndolo todo, clavan el estandarte en el suelo y encomendándose a la virgen gritan. “ HASTA AQUÍ, MADRE MIA y de repente las aguas empiezan a retroceder. Yo meto esta carta en una botella que ha aparecido arrastrada por las aguas y la lanzaré lejos esperando que alguien logre leerla algún día y sepa que ha pasado en Cádiz, y hago esto porque aunque he visto retroceder el agua sigo pensando que vamos a morir, adiós. Firmado JOSÉ SOLÍS ¡Dios mio! el corazón me ha dado un vuelco ¡no puede ser!. Mi abuelo me contó muchas veces como su padre le contó que su padre le contó, que un día salió de Cádiz asustado y sin saber como, porque el día 1 de Noviembre de 1755 pasó algo que no quería recordar, pero que todo estaba escrito y algún día seria leído. ¡Perdón! aún no me he presentado, me llamo JOSÉ ANTONIO FAJARDO SOLÍS


José Antonio



Era viernes, ¡por fin!, llegué a casa cansada después de una agotadora semana de carreras y estrés. Introduje apresuradamente la llave en la cerradura del portal y caminé hasta la altura de los buzones, automáticamente y como habitualmente hacía recogí la correspondencia y dentro del ascensor le eché apáticamente una rápida hojeada. Publicidad, facturas, y....un sobre con un remitente desconocido. -Se habrán equivocado, pensé. Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando en su reverso figuraban mis datos como destinataria totalmente correctos. Casi rompí la carta que contenía su interior, me detuve en el descansillo de la puerta de casa y leí con avidez extrema: ¡Querida hija!: No sabes cuánto me ha costado decidirme a escribirte y contarte la verdad que me ha estado consumiendo durante todos estos años. Yo apenas era una chiquilla cuando quedé embarazada, no supe qué hacer, mi familia me repudió, ¡eran otros tiempos llenos de prejuicios y tabúes!; al principio quise abortar pero al sentir tu calor dentro de mi vientre no pude y resolví darte en adopción. Nunca me lo he perdonado y no se si tú serás capaz de hacerlo conmigo algún día. Desde que te separaron de mis brazos para entregarte a una familia desconocida a la que siempre envidié me propuse reencontrarme contigo y poder volver a acariciarte y sentir tu gratificante olor. He dedicado mi vida a buscarte y por fin te encuentro. Siento miedo, mucho miedo de que no quieras conocerme ni saber nada de mí, pero si es así lo entenderé, respetaré tu opción y me seguiré manteniendo en el extrarradio de tu vida. Aquí, tus tres hermanos y yo anhelamos verte y mostrarte nuestros sentimientos latentes durante todo este tiempo. Te adjunto mi email y mis teléfonos de contacto, la decisión es sólo tuya. Te quiere, tu madre: Julia. Las piernas me temblaban, difícilmente me sostenían en pie, no podía dar crédito a lo que acababa de leer, aunque siempre lo había sospechado; esas conversaciones furtivas entre mayores, cuando yo no era más que una cría, interrumpidas por un silencio mudo al verme llegar, los rumores y habladurías de mis compañeros del colegio, las preguntas sin respuesta de los padres que me criaron y se desvivieron por mí , ¡todo!, ¡cómo pude estar tan ciega y negarme la verdad una y otra vez!. Mi vida se había derrumbado en cuestión de segundos, necesitaba tranquilizarme, pensar calmadamente y tomar una decisión que para siempre habría de cambiar el rumbo de mi existencia.

Ana


Mary, Mary!

-Sí, Jean.

-Ha llegado una carta para ti. Supongo que es la que estabas esperando.

Por fin, dije para mis adentros. Bajé, le di las gracias a Jean y me precipité hacia mi casa.

Dos años hacia que la esperaba, pero si algo me quedaba era paciencia. Me costaba abrirla, ¡después de tanto tiempo !. Con meticulosidad cogí el abrecartas y encontré el papel ansiado. Cómo no, una hoja nada cuidada, maloliente, pero eso sí, escrita como él sabía que debía hacerlo. No se había olvidado de mí. Pasé mis dedos sobre el papel una y otra vez. Leí su contenido y según tocaba con mis yemas el texto todo volvía a mi memoria. Su cara satisfecha ante el dolor ajeno, su olor a puro, sus deseos de violar la candidez, la esperanza. Su regocijo ante el terror de personas desvalidas. Pero a mí ya no me quedaba ni siquiera miedo.

Hacía tiempo que había llegado a París buscando, a ese hombre, a ese despiadado torturador para poder curar mis horrores. Mi historia llegaba a su fin. Pero mientras, me relamía las heridas, no las físicas que eran evidentes y provocadas por su inagotable maldad, sino las del alma, aunque ya no creía tenerla.

Puse un mensaje en Le Monde, que repetiría los 14 de cada mes durante estos últimos años, mensaje que sólo él podría entender si es que lo leía. Y tardó en contestar. Pero lo conocía y sabía que su arrogancia y su estar por encima del bien y del mal le harían responder. Y aquí estaba su carta. Lo citaba siempre en el mismo velador en le Voie George Pompidou cerca del Sena, un lugar concurrido. Sabía que me habría estado observando hasta dar el paso y hasta a eso, a sentirme espiada por él, me hacía crecer. No lo veía, pero intuía su olor. Y por fin este 15 de diciembre me retaba a encontrarnos.

El día era desapacible, sentada bajo los toldos del café junto a una de esas estufas de exterior, lo oí llegar.

-Pensé que estarías muerta. Resonó una voz dura y heladora.

Por un momento un frío indescriptible me recorrió el cuerpo entero, ¡hacia tanto que no tenía esa sensación de terror!

Rápidamente me sobrepuse, no podía tenerme de nuevo a su merced.

- ¿Qué hay Her coronel?

-Veo que vienes acompañada de un perro, ¿quién es, tu guardaespaldas tal vez?

No contesté. Eso le hizo irritar, siempre había que contestarle. Pero ya no estaba bajo su imperio de terror. Noté como se alteraba, incluso sentí que quería hacerme daño... pero había gente alrededor. Se frenó y entró en materia.

- Y esos documentos que dices tener y que podrían desvelar mi verdadera identidad.

Tras una pausa ensayada le dije que ahora era yo la que tenía el poder, que debía esperar. Lo notaba furioso.

- Demos un paseo y todo concluirá, le dije.

Con Bruno, mi perro fiel y amigo, me levanté y me siguió. Cerca, muy cerca del Sena fuimos caminando. Llegamos a un lugar intransitado que conocía bien y allí sin mediar palabra me abalancé sobre él. Caímos al río, la corriente era fuerte. Sacando fuerzas, lo hundí bajo el agua. Nos hundimos los dos. Sentí cómo iba faltándole el aire y aunque intentaba zafarse de mí, yo me había preparado para aquel momento. Demasiados días acrecentando mi odio hacia aquel hombre que me había quitado todo excepto mis deseos de venganza.

Lo hundí y se ahogó, me dejaba morir cuando noté a Bruno sacándome del agua con la ayuda de gente que pasaba por allí. En la semiinconsciencia en que me hallaba oí:

-Han caído al agua, el hombre ha muerto, pero parece que la mujer vive. Sacadla, cuidado es ciega y no puede aferrarse a nada.

Desde lo más profundo de mí, la vida volvía a mi cuerpo. Me abracé a mi perro y después de tantos años me sentí liberada.

Pocos días después en Le Monde publicaban la noticia que Jean me leía con complicidad.

“En un trágico accidente muere un hombre en el Sena. Aparecen en la ribera unos documentos que lo identifican como un antiguo coronel alemán de la SS ".

A partir de ese momento Jean, Bruno y yo emprendimos una vida esperanzadora.

Mercedes

martes, 8 de marzo de 2011

La primavera

A mediados de noviembre, como cada año, se desató el Norte. En unas horas el Parque quedó desnudo y despoblado a excepción de los gorriones y las urracas que soportaban impávidos los rigores invernales. Los árboles, sacudidos por el viento, semejaban una zarabanda de esqueletos sobre una brillante alfombra de hojas amarillas. Dos días después el viento amainó. Empezaron alzarse del río las nieblas del otoño y la ciudad se sumió en un estatismo agarrotado, precursor de las rígidas escarchas de diciembre. Mas antes que los hielos, llegó este año la nieve. Se presentó embozada de unas metálicas nubes grises que en un santiamén cubrieron la ciudad y la bombardearon lenta, persistentemente, con sus copos ingrávidos, resvistiendo de blanco las calles y tejados. Y, contra toda previsión, el temporal se prolongó cinco días con cinco noches. La vida en la pequeña ciudad se resumió en sí misma, como el caracol en su concha, aguardando mejor circunstancia para renacer.


Miguel Delibes, La hoja roja




Transformar el texto de Miguel Delibes en una descripción donde reflejéis la llegada de la primavera a nuestra ciudad siguiendo la esctructura del texto o a vuestro libre albedrío:


A mediados de Marzo....... En unas horas el Parque..... Los árboles.... Dos días después... Mas antes de.... Y contra toda previsión.... La vida en la ciudad....


A mediados de marzo, con un sol radiante, me decidí a dar un paseo por el parque, me parecía maravilloso escuchar el piar de los gorriones y otras aves, así como el revoloteo de las palomas que iban buscando comida y otros forrajes para sus crías.




Las flores empezaban a abrirse y el césped parecía una alfombra de bellísimos colores: amarillo, rojo, violeta... Estaba todo precioso.



Los árboles lucían un manto de distintas tonalidades de verdes y en algunos de ellos florecían bellas y hermosas flores, que más tarden darían sus frutos.


Los patos en el lago ¡ qué graciosos ! Sus crías iban detrás empezando a jugar con el agua y como no, las tortugas sacaban sus cabecitas para aprovechar los lindos rayos de sol.


Se veía a mayores pasear, y otros sentados en los bancos contemplaban a los niños jugar en los columpios y en el tobogán.


Para mí, era hermoso ver tanta maravilla pues ya quedaba atrás el frío invierno, y mi pueblo empezaba a vivir de nuevo, todos en comunidad.




Charo




A finales de Febrero la ciudad continuaba sumergida bajo la grisácea niebla que aportaba su amplio y rico estuario. Los fríos vientos del Norte se habían encargado de adormecer los jardines y parques. Las lluvias del sur habían dejado húmedas y negras manchas en las edificaciones y mobiliario urbano, transfiriéndolas a sus moradores. Todo había quedado tristemente adormecido a la espera de cálidos vientos que aportaran la energía necesaria que restableciera el agostamiento propio de la estación. Días después salí a pasear por el parque natural que limita la ciudad, fue justo una semana después, el sol llevaba jornadas luciendo con todo su esplendor, incitaba a dejar el abrigo, sentir sus benefactora influencia aportaba una pátina de paz y energía. Mi cuerpo percibía con asombro y alegría el radical cambio del paisaje. Musgos, setas y líquenes habían dado paso al morado cantueso, a la blanca jara, roja amapola y un sin fin de florecillas que cubrían la arena del pinar como si de una alfombra se tratase. Me pregunté si sería el anticipo de una primavera que llamaba a la puerta energética y explosiva en forma de sinfonía de colores. Semanas después, sentada en la mesa de mi cocina paladeando un aromático café, levanté la vista que recorrió sorprendida la llegada de diminutas flores color púrpura a mis arriates. De un salto salí al patio recorriendo emocionada su trayectoria plagada de colores que el sol iluminaba aportando profundos matices y brillos. Se me repiten las mismas emociones de días anteriores, esbozo una sonrisa que poco a poco se apodera de mi cuerpo restaurando la alegría perdida durante el largo, frío y duro invierno. Ahora sí, la Primavera se instalaba en el asfalto continuando su recorrido hasta el último rincón del corazón. Como cada año, se presenta de improviso, sorprendiendo, dando fin a un invierno que parece eterno, interminable. Ella recuerda que afortunadamente todo se transforma, que nada es eterno, que derrochará luz y color aportando una nueva energía tan necesaria en el ciclo de la vida.

Esperanza


La he notado, la percibo desperezándose, asomando su carita sigilosa y juguetona entre los restos del imperturbable invierno ¡Ahí llega! revoltosa, ¡que sí! ¡que no! indecisa, caprichosa, con su maleta meteorológica.Se sabe deseada y se retuerce orgullosa , contorneándose entre los recodos de las vidas que la esperan, con su luz, su suavidad, su templanza , su quietud, va despertando a su paso miradas lascivas y envidiosas.


¡Despereza al mundo ! sin gritar, tiernamente lo despierta, pincelando de colores cielos, campos y jardines, inundando el aire de hermosos y penetrantes olores , bombardeando , pletórica, nuestros oídos con trinos, sevillanas, voces, tambores y saetas.Es el tiempo del amor y los almendros en flor; ahí puedes observar sobre el césped mullido de húmeda hierba a parejas que retozan meciéndose entre susurros mientras frágiles mariposas revolotean entre ellas. Y es el tiempo de las alergias. Polen por aquí, por acá y acullá. Estornudos, lagrimeos que te hacen terminar en una terrible rabieta.Amapolas, rojas amapolas, jaramagos, amarillos jaramagos ¡Flores de mi Primavera ! floreciendo sobre el campo de mi infancia entre gritos de chiquillas agoreras. La luz y el suave calor nos invitan a salir, a besar, a chillar, a jugar, a presumir, a pasear y a eludir el arropo y el refugio del triste invierno. Salgamos a las calles ¡Utilicemos nuestros sentidos! y saboreemos esta efímera estación que ya está aquí.


Ana



Si el ánimo te apodera. Si tu autoestima te sublima. Si la sangre se te altera, no lo dudes, es la primavera. Si los campos cubiertos están por las flores. Si en los árboles cantan los ruiseñores. Si el grillo con su gri, gri no te deja dormir, ¿a que esperas? Llega la primavera. Si en los bancos, los ancianos al sol están. Si las parejas a amarse a la hierba van. Si las mariposas a tu alrededor revolotean. Y los patos en el estanque juguetean, no lo pienses más, la primavera acaba de llegar.


Pepa




Me he despertado esta mañana y te he sentido llegar, tu luz ha acariciado mis canos cabellos. De repente me he estremecido al notar esa mezcla de aromas en mi jardín; rosas, lilas, jazmín. Todos mis sentidos rejuvenecidos y a flor de piel. A través de mi ventana esa brisa tuya suave, me ha contado que estamos en abril y he rememorado otros tantos abriles. Recuerdo cuando correteaba por los prados del pueblo en esta época. Cómo me gustaba ver las cigüeñas anidando en el viejo campanario y cómo me alborozaba el trinar de los jilgueros. Esos primeros días en los que bajábamos al río y después del largo y duro invierno metíamos los pies en el agua, aún fría, pero que ya anunciaba la calidez que se aproximaba. Y risas. Y juegos. Todo era fantástico con tu llegada. Las casas se abrían y todo el mundo comenzaba a despertar de ese letargo invernal. Hoy aquí postrada en la cama, te dejo entrar en mi habitación y celebro contigo mis noventa primaveras. Y me siento viva con tu llegada.


Mercedes