
He recibido una invitación para asistir a una reunión de antiguos amigos del instituto. No me interesan esas historias, pero uno de mis mejores camaradas de aquella época me pide que por favor acuda, tiene algo importante que contarme.
La cita es en un restaurante a las afueras de Madrid, estará reservado sólo para nosotros. Así que sin pensarlo demasiado, cuando llega la fecha, compro un billete de tren y acudo al lugar.
Al llegar, nos recibe el dueño del local. Como es lógico los trece que somos, (diez exalumnos y tres profesores) nos dedicamos a saludarnos y a intentar reconocernos entre risas y bromas.
¡ Han pasado casi veinte años !.
Alguno de nosotros sirve bebidas y tomamos unos aperitivos fríos. Acabamos de caer en la cuenta que allí sólo estamos los trece amigos, no hay camareros y el dueño de aquello debió marcharse sin que nos diéramos cuenta.
- ¡Bueno así tendremos más intimidad! comentó alguien.
Muy cerca hay una imponente mesa preparada para un gran festín. Nos sentamos alrededor de ella. Cada lugar tiene escrito uno de nuestros nombres, así que nos colocamos en los sitios asignados. Con asombro, María comienza a medio leer una especie de mensaje que se forma al unir los trece papeles donde están escritos nuestros nombres. Callamos todos y prestamos atención: "Debéis resolver un misterio y así tal vez no muráis en este lugar”.
Nos miramos sonrientes, pero poco a poco, las sonrisas se tornan en dudas y las dudas dan paso al miedo. Corremos hacia puertas y ventanas y comprobamos que estamos encerrados, los móviles no funcionan y no hay línea telefónica. Intentamos serenarnos. Encontramos una nota en una de las mesas: " En vuestras manos tenéis la posibilidad de saber quién soy”.
Nos miramos unos a otros desconfiados y muy, muy asustados.
Catalina, la profesora de inglés, toma el mando y pide tranquilidad
- ¿Qué hemos tenido todos?
Después de algún que otro sin sentido, Fermín cayó en la cuenta:
- Las invitaciones, dijo, la mía parecía una pieza de un puzle.
Todos las habíamos llevado menos Lucía y Javier que… ¿dónde estaba?, había desaparecido. Nos entró el pánico. Pedro, el profesor de física, se puso muy nervioso y mandó que lo buscáramos por todo el establecimiento. Así lo hicimos, pero no obtuvimos resultados. De nuevo Catalina tomó las riendas: unamos las piezas aunque falten dos. Al ir formando el puzle, comenzó a vislumbrarse un rostro desdibujado era... “Pedro " gritamos todos a una.
Él sonreía dominando la situación pues sabía que nos tenía en su poder, éramos presas del pánico. Nos había llevado hasta allí, poco a poco había conseguido que nos fuéramos asustando, que desconfiáramos los unos de los otros y había hecho desaparecer a Javier. Nos quería matar pero ¿por qué?
Hizo que nos sentáramos en torno a la mesa y nos contó una historia de la que ninguno éramos conscientes. En el viaje de fin de estudios los doce que allí estábamos citados, hicimos una fiesta y él no fue invitado. Esa era su verdad guardada durante años y de ella había ido formándose ese monstruo que ahora teníamos delante.
El siguiente paso era morir por aquella afrenta bebiendo un brebaje mortífero que él mismo había preparado y que teníamos delante de nosotros.
En ese justo momento entraron, rompiendo puertas y ventanas, unos cuantos policías que habían sido avisados por Javier, que en un descuido de los doce, había conseguido escapar por un ventanuco del piso superior.
Pedro, fue detenido y juzgado. Nosotros, los demás, decidimos comer juntos después de que todo aquello acabara, poniendo en claro todo lo ocurrido, comprendiendo entonces por qué llego tan pronto la policía, Javier es un poli.
Todo acabó bien, pero cada vez que lo recuerdo me recorre un escalofrío por todo mi cuerpo que me hace estar alerta en muchas situaciones cotidianas y pienso que si lo supiera el cabrón de Pedro se sonreiría, así que estas sensaciones no se las pienso contar a nadie.
Mercedes
Eran las 8 y media de la mañana me encontraba en la última habitación del pasillo de mi casa durmiendo, cuando mi madre me llamó y me dijo:
- Paqui despierta ya. Yo me voy a llevar a tus hermanos al colegio.
Ella se fue y yo permanecí en la cama un ratito más.
A los 10 minutos escucho ruidos en la habitación de al lado, que era el dormitorio de mi madre, y pensé: Esa es mi madre que ha vuelto porque se le habla olvidado algo. Voy a levantarme y le voy a dar un susto.
Me levanto sigilosamente y voy hasta la habitación que estaba un poco oscura, pues la ventana estaba abierta solo a medias. Enciendo la luz y cuál fue mi sorpresa que la sorprendida fui yo. Delante de mí, al otro lado de la cama, había un tío con un pañuelo en la cabeza con cuatro nudos como los que se ponían antiguamente los agricultores y albañiles para resguardarse del sol. Y yo asustada, pero muy educada, le pregunto:
- ¿Usted que está haciendo aquí?
El se tapa la cara con las manos para que yo no le vea el rostro y sin mediar palabras empieza a coger y mirar el joyero que tenía mi madre encima de su mesita. Yo voy hacia él y le cojo de la cintura diciendo que se vaya y deje todo allí.
Mi temor es que fuera a mi habitación y se llevase todas mis cosas de oro que tenía guardadas.
Pero se dio la vuelta, salió de la habitación y se metió en la mía. Entonces yo no pensé en si me podía hacer algo o que me sacara un cuchillo. Lo único que quería era que se fuera de mi dormitorio. Entonces lo cogí con todas mis fuerzas otra vez de la cintura, lo giré y le di un empujón. En ese momento, empecé a gritarle que se fuera , no sé si por miedo a que viniese alguien y lo pillara, se fue hacia la puerta de salida la abrió y la cerró.
Yo intentaba abrirla pero él desde fuera la tenía cogida por el soporte que tiene fuera. Hasta que ya se cansó, la dejó y salió corriendo.
En ese momento, es cuando reaccioné y me di cuenta lo que me hubiera podido pasar y entonces es cuando me entró el pánico y el nerviosismo.
A la media hora cuando vino mi madre, se lo conté y me dijo que porque en vez de forcejear con él no me fui y lo dejé allí a él solo.
Pero en esos momentos no sabes cómo vas a reaccionar ante una situación como esa, hasta que te ocurre.
Paqui
Allí estábamos las dos, una frente a otra, saboreando unos deliciosos helados de fresa y vainilla. Paula me observaba por el rabillo del ojo y con la parsimonia a la que me tenía acostumbrada me soltó:
-Mira chica, deberías cuidarte un poco o más o tu apuesto y simpático bomboncito se buscará a otra.
Como siempre, tenía razón. Iba inmaculadamente vestida, peinada, maquillada y a pesar de su cuarentona edad lograba despertar la curiosidad del sexo masculino. Ella bien lo sabía y se sentía satisfecha con ello. De pronto percibí en su cara un ictus de miedo al que no me tenía acostumbrada.
-¿Sabes?, estoy bastante preocupada, me dirás que es una más de mis rarezas pero desde hace unos días siento la presencia de alguien que me sigue. Me siento observada.
-¡Bobadas! Serán imaginaciones tuyas- le contesté.
-¡No, no lo son! Recibo mensajes y llamadas anónimas.
-Será algún conocido tuyo con ganas de bromear.
-Imposible, no creo a nadie cercano a mí capaz de actuar de ese modo. Además los mensajes no son nada agradables.
De forma precipitada extrajo de su bolso varios trozos de papel arrugado que acercó hasta mí.
-¡Toma, léelos, no tienen desperdicio!
Tenía razón aquellos mensajes podrían poner la carne de gallina a cualquiera.
-Deberías ir a la policía, nunca se sabe, podría tratarse de un tema serio. Pago y te acompaño.
Se la veía nerviosa, no paraba de mirar de un lado al otro.
Bajo un acolchonado cielo que presagiaba una lluvia intensa, nos encaminamos con paso ligero hasta la comisaría más próxima. De pronto oí un sonido seco a nuestras espaldas y descubrí a mi querida amiga sangrando, tendida sobre el asfalto. Todo sucedió muy rápido, mis gritos pidiendo auxilio, los transeúntes rodeándonos, sin dar crédito a lo que estaban viendo, el cordón policial, el sonido de la ambulancia y el traslado urgente al hospital.
Tras unas horas de intensa espera, que a mí me parecieron una eternidad apareció el cirujano que la había operado con palabras tranquilizadoras:
-Señor, su mujer ha tenido suerte, la bala no ha dañado ningún órgano vital, la recuperación será lenta pero no le quedarán secuelas físicas.
El esposo no habló, se limitó a estrechar su mano y a mirarlo con ojos agradecidos.
Javier amaba mucho a su esposa, se conocieron en el instituto y desde entonces no se habían separado. Durante esa eterna espera parecía haber envejecido, no soportaba la idea de perderla.
Después comenzó toda una avalancha de interrogatorios, la policía científica nos abrumó con todo tipo de preguntas para intentar esclarecer los hechos, personas de su entorno más próximo y no tan próximo tuvieron que someterse a los mismos.
Los días de recuperación de mi querida amiga se sucedieron con una calma tensa, todas las mañanas me acercaba a visitarla al hospital e intentaba animarla, charlábamos de cosas triviales, apenas mencionábamos lo que le había sucedido, percibía que ella quería escapar de todo aquello, olvidarlo aunque el dolor físico y psíquico se lo recordasen una y otra vez.
Estaba recostada sobre mi cama, sufría un fuerte dolor de cabeza cuando escuché el sonido del teléfono, acudí rauda a su llamada, del otro lado de la línea pude escuchar la familiar voz de ella se la notaba mucho más alegre y calmada:
- Paula gritó de tal forma que tuve que separar el auricular de mi oído. Han encontrado al autor de los hechos, no podrías imaginar quien era.
-¿Quien?, venga suelta, no te hagas de rogar, ¡me tienes en ascuas!
-Se trata de Adrian, Adrian Falcó, mi excelente, comprensivo y confidente amigo Adrian. Al conocer la noticia no podía dar crédito, nunca lo hubiese creído capaz de hacer algo así. La policía encontró un santuario de fotos mías en su casa. ¡Un pervertido sexual al que se le fue la olla por mí! Mi marido está destrozado, era su mejor compañero de trabajo, fueron ellos dos, si recuerdas, los primeros fundadores y socios de la empresa.
-¿Dime, dónde lo han detenido?
-¡Oh, querida!, no ha sido necesaria la detención, lo han encontrado hecho un fiambre en la cocina de su casa, al parecer al verse acosado por el cerco policial se ha suicidado pegándose un tiro en la sien. No puedo quitarme de la cabeza su sonrisa tierna y encantadora, desde luego y definitivamente muchas veces la vida termina por sorprendernos.
-Por cierto, cambiemos de tema, ¿cuándo te darán el alta?
-Si todo va como hasta ahora dentro de un par de días, así que vete preparando.¡ Adiós!
-¡Chao, hasta pronto!, cuídate.
Estaba feliz de volver a casa, su marido le había hecho el amor con lujuria y pasión, se sentía dichosa de tener una vida casi perfecta. El dormitaba a su lado mientras ella lo observaba, sus delicados rasgos, sus largas manos, su hermosa piel bronceada, todo en él le resultaba sensual.
Sintiéndose observado basculó su musculoso cuerpo y se la quedó mirando.
-Eres preciosa, siempre estuve seguro de compartir mis días contigo. Paula cariño, necesito tu ayuda, mira, las cosas no han ido tan bien en la empresa como nos hubiera gustado, hemos tenido que maquillar algunas cifras, mañana hay una junta directiva y debo convencer a los socios de la estupenda salud de nuestras cuentas, tú debes formar parte de ese juego, a ti te creerán , todos confían en ti.
No supe qué contestarle, mi cerebro era un tiovivo procesando la información recibida.
-Pero amor mío, ¿qué me estás diciendo?, no podemos hacer eso sería una locura antes o después nos descubrirían y acabaríamos en la cárcel. Será mejor poner a todos al corriente de la verdad.
-Eso nunca, no lo puedo creer, hablas igual que tu amigo Adrian.
En ese momento un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, todo en él cambió, se puso como loco gritándome lo que debía hacer; intenté zafarme de sus poderosos brazos que intentaban estrangularme pero fue inútil, continué forcejeando , le propiné toda clase de pellizcos, patadas, no sé de donde saqué fuerzas pero logré escabullirme. Bajé precipitadamente las escaleras y tuve el tiempo único de marcar en mi móvil el número de teléfono que me salvó la vida. Me encerré en el sótano y esperé horrorizada la llegada de la policía mientras él intentaba derribar la puerta gritando una y otra vez ¡te m ataré!, acabaré contigo ¡zorra asquerosa!, acabaré con todo aquel que se interponga en mi camino. Te lo he dado todo, todo lo que eres me lo debes a mí y así me lo agradeces.
Ha pasado mucho tiempo de lo sucedido pero todavía no he logrado recuperarme, aún retumban en mis oídos esas amenazas ensordecedoras que me estremecen en mitad de la noche.
Ana
Hace veinticinco años que esta historia le pasó a una amiga mía, además de vecina.
Ramona, que así se llama mi amiga, se encontraba durmiendo con su marido.
Era de noche y de pronto escuchó como metían las llaves por la cerradura de su puerta.
Se incorporó y llamó al marido gritando:
- Salvador, Salvador, alguien intenta abrir la puerta.
Este dio un salto de la cama y salió corriendo, pero antes de llegar recordó que tenía un spray anti- ladrones. Fue por él y volvió decidido a lanzarlo al supuesto ladrón. Una vez allí descubrió que ya habían desistido de abrir.
Se armó de valor y salió al rellano de la escalera. Su sorpresa fue mayor al ver que eran los vecinos de enfrente, se habían equivocado. Eran una pareja de irlandeses que vivían de alquiler en el piso de al lado. Éstos al ver a Salvador, pidieron disculpas. Estaban borrachos como cubas.
Al día siguiente mi amiga me lo contó y nos partíamos de la risa.
Pepa
Una noche estando acostada con mi madre, se escucharon muchos gritos.
Yo como soy tan curiosa, me asomé por la ventana, había mucha gente en los balcones y en la calle. Le pregunté a una de mis vecinas que estaba asomada, y me dijo:
- Ha sido el vecino Pepe, ha discutido con la mujer y me parece que la matado.
- No me digas, con lo buena que era esa mujer y cariñosa. Yo no esperaba eso de ese hombre, nunca se había escuchado nada y me ha sorprendido mucho.
La vecina continuó comentando:
- ¿Que le ha entrado a ese hombre, si estaba muy contento?. Habían cenado
con dos matrimonios que hacía años que no se veían. Los dos trabajaban con él, pero los destinaron a distintas ciudades y me extraña lo que ha pasado… Vino a mi casa por si quería tomar unas copas con ellos.
Rosa
Trabajaba para una gran empresa de transporte pero decidieron mandarme a otra sucursal. Lo positivo del cambio, era subir de categoría y ganar más dinero pero lo negativo era dejar mi ciudad y a mis compañeros con los cuales me llevaba bastante bien.
Tenía a Pedro, un buen compañero, al que me unía una gran amistad. Cuando supo mi nuevo destino, prometió visitarme y me deseó mucha suerte; pero noté algo de tristeza en él que me llamó la atención. Me dijo que contara con él y me dio su e-mail.
Ya trabajando en mi nuevo puesto, recibí una carta en la que me decían:
“Meteremos una carga especial en uno de los transporte. Debes enviarla a una dirección. Si no lo haces, tu vida peligrará. No llames a la policía, te estamos vigilando. Estaremos en contacto”.
Me asusté mucho y no sabía qué hacer. Si se lo decía a algún compañero o jefe, éstos podían ser sospechosos pues apenas les conocía. A la policía no podía ir, no sabía a quién acudir.
Decidí callarme y pensar que hacer.
Estando en casa le mandé un e- mail a mi compañero Pedro y le invité a que viniera el próximo puente, y él acepto.
Cuando llegó, me notó algo rara y me lo dijo. Yo no sabía qué hacer, pues peligraba mi vida y a lo mejor la suya. Por fin, me decidí y le conté lo sucedido. Me dijo que me ayudaría.
Cuando se marchó, sentí un gran vacío pero me sentía algo más tranquila, Pedro me ayudaría. Nuevamente recibí una carta donde me decía el día de la entrega y adonde tenía que enviar la carga.
Le envié un e-mail a Pedro y le conté lo sucedido con las contraseñas que habíamos planeado ese puente para que nadie pudiera descifrar el mensaje.
Hice lo que me mandaron y Pedro con mis datos puso a la policía al tanto. Estos cogieron a una banda de narcotraficantes que se dedicaban a extorsionar a empresas de transportes. Entre los cabecillas se encontraban un jefe de mi sección y un compañero. La policía los perseguía hacía un par de años pero sin tener éxitos. Pero mi actitud y la complicidad de Pedro les ayudó a cogerlos.
Volví a ver a Pedro ese día pues no se había ido de la ciudad, temía por mi vida y pidió unos días de vacaciones para quedarse cerca de mí.
Con este gesto comprendí que Pedro me quería y tomando un café, me confesó su amor al que yo correspondí.
Chari
Éramos un grupo de amigos del instituto. Recuerdo lo bien que lo pasamos cuando quedamos para la fiesta del fin de curso. Ese día bebimos demasiado, nos reímos mucho, pero tuvimos un accidente con el coche. No pasó nada, pero podía haber ocurrido. Pasó un año de aquello y todo transcurría bien. Nosotros, nunca dejamos la amistad que nos unía y nunca hablamos de lo ocurrido, pero tampoco volvimos a coger el coche. Después de salir de copas, nos dimos un buen susto.
Un día recibí un mensaje en el móvil que decía: “En tres día morirás”.
Yo no le di mucha importancia y tampoco se lo comenté a nadie, pues pensaba que era una broma. Pasaron tres días y unos de mis amigos, desapareció de la discoteca. Estuvimos toda la noche buscándolo. Fuimos a la policía para poner una denuncia y nos dijeron que hasta que no pasaran cuarenta y ocho horas no podían hacer nada.
Estamos muy preocupados. De pronto, me vino a la cabeza el mensaje y se lo comenté a mis amigos. Todos tenían el mismo mensaje. Empecé a preocuparme pues ya no sabía si tenía relación con la desaparición de mi amigo.
Sonia