
En un pueblo de Escocia venden libros con una página en blanco perdida en algún lugar del volumen. Si un lector desemboca en esa página al dar las tres de la tarde, muere.
En la plaza del Quirinal, en Roma, hay un punto que conocían los iniciados hasta el siglo XIX, y desde el cual, con luna llena, se ven moverse lentamente las estatuas de los Dióscuros que luchan con sus caballos encabritados.
En Amalfí, al terminar la zona costanera, hay un malecón que entra en el mar y la noche. Se oye ladrar a un perro más allá de la última farola.
Un señor está extendiendo pasta dentrífica en el cepillo. De pronto ve, acostada de espaldas, una diminuta imagen de mujer, de coral o quizá de miga de pan pintada.
Al abrir el ropero para sacar una camisa, cae un viejo almanaque que se deshace, se deshoja, cubre la ropa blanca con miles de sucias mariposas de papel.
Se sabe de un viajante de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó la sangre: la herida mostraba la huella de unos dientes muy finos.
El médico termina de examinarnos y nos tranquiliza. Su voz grave y cordial precede los medicamentos cuya receta escribe ahora, sentado ante su mesa. De cuando en cuando alza la cabeza y sonríe, alentándonos. No es de cuidado, en una semana estaremos bien. Nos arrellanamos en nuestro sillón, felices, y miramos distraídamente en torno. De pronto, en la penumbra debajo de la mesa vemos las piernas del médico. Se ha subido los pantalones hasta los muslos, y tiene medias de mujer.
Os invito a elegir la situación que os resulte más sugerente para escribir relato corto.
¡Ya estoy temblando de miedo!
Se sabe de un viajante de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj de pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó la sangre: la herida mostraba la huella de unos dientes muy finos.
El mismo empezó a recordar aquella maldita historia. En los últimos viajes de negocios, Manuel, que así se llamaba el viajante, había mantenido relaciones con una mujer muy guapa, misteriosa, que le había vuelto loco. A pesar de estar casado y tener unos hijitos maravillosos, en su cabeza solo rondaba la idea de volver a verla. Todas sus citas clandestinas habían sido en el mismo hotel. Ella le esperaba en la habitación, con una ropa interior muy sugerente. Comenzaban a charlar y sin darse cuenta ya estaban besándose, jugando y haciendo el amor como dos locos enamorados. Manuel notaba algo muy raro, en todos sus encuentros sexuales después, por la mañana se encontraba muy cansado, pálido, sin energías para empezar el nuevo día, sin embargo su amante se mostraba vigorosa, rejuvenecida, llena de vida. Ahora el viajante lo tenía muy claro, había mantenido relaciones con una vampiresa y la muestra de sus finos colmillos estaba en su muñeca. Pensó que no volvería a verla jamás y asunto resuelto. No sabía lo que le esperaba...
Ya en su hogar con su familia, haciendo una vida normal, empezó a notar unos deseos extraños, incluso cuando jugaba con sus hijos pensaba en su sangre. Estaba muy preocupado, en dos ocasiones a su propio hijo le intentó clavar en el cuello sus extraños colmillos que ahora eran finos y muy alargados. Empezó a investigar sobre la historia de Drácula y los vampiros y la única forma de darles muerte para siempre era cortarles el cuello o clavarles una estaca en el corazón. Por sus deseos implacables de beber sangre humana sabía que tendrían que acabar con su vida cuanto antes mejor. Le contó a su mujer la maldita historia y le pidió que por el bien de todos fuese ella misma quien lo matase, ella no sabía qué hacer pero por el bien de todos aceptó. Eligieron el momento adecuado, ató a su marido fuertemente, le suministró un somnífero como él le había pedido, y con una estaca que él había hecho le atravesó el corazón. Luego lo emparedó en el sótano donde él le había indicado, así fue como Manuel acabó.
Para todos los demás la historia fue diferente, Manuel había abandonado a su familia, huyendo con una mujer de la que se había enamorado. Su mujer jamás pudo vivir tranquila con su conciencia, pero sabía que no tuvo otra alternativa.
Carmen
Desde un principio no me sentía muy a gusto, había algo en el ambiente que no me encajaba. Observé el paisaje y sus alrededores y me chocó el escaso ruido, no se escuchaba ni a los pájaros ni a las ranas ni ningún otro ser vivo solo el susurro del agua del río. Se lo comenté a mis compañeros pero echaron achaques de todas clases. Pusieron la radio y eso fue todo. Cuando llegó la noche y después de la juerga formada, decidimos irnos a dormir. A media noche escuché gritos desgarradores, salí de mi tienda y vi a mis compañeros correr de un lado a otro. Pregunté qué pasaba y me dijeron que dos de nuestros compañeros se habían metido en el río y transcurrido unos 15 minutos, no habían salido del agua. Tras varias horas buscando, vimos en medio del río algo flotando. A medida que nos íbamos acercando, el ruido de nuestras pisadas sobre las hojas secas, junto con el silbido del viento de media noche, nos hacía temer lo peor. Cuando llegamos al lugar nuestros peores presagios se hicieron realidad. Uno de mis compañeros se atrevió a darle la vuelta al cuerpo y pudimos observar con temor como le faltaba uno de sus ojos y tras examinar más detenidamente el cuerpo encontramos signo extraños sobre él. El misterio de aquel lugar solo había hecho empezar...
Os preguntaréis donde estaba el otro compañero, solo os puedo decir que hasta el momento no sabemos nada.
Charo
Llegaron a su destino. El hostal donde se hospedaban era coqueto, pequeño pero limpio y acogedor. Llevaban dos días paseando por el pueblo, recorriendo sus calles y casas antiguas y conociendo a gentes que leS contaban historias apasionantes. Al tercer día encontraron una librería, entraron en ella y vieron libros que tenían más de un siglo. María se fijó en uno de ellos que tenía una encuadernación preciosa y Jorge viendo su curiosidad preguntó el precio. El librero le contestó que no estaba en venta porque estaba maldito. Lo había comprado en una subasta donde vendían artículos de una mansión donde todos sus habitantes habían muerto en extrañas circunstancias. Jorge insistió en comprarlo ofreciendo una cantidad elevada que María entendió como una prueba de amor.
Cuando llegaban al hostal después de sus paseos María subía a su habitación y se ponía a leer ese libro que cada vez la tenía más entusiasmada. Llevaba varios días leyendo cuando al terminar un capítulo vio que las páginas siguientes estaban en blanco y al final de estas páginas había una reseña que ponía que moriría al dar las tres. Se le comentó a Jorge y este le dijo que el librero les había timado.
Estaba echada en la cama, sonaron tres campanas en el reloj de la iglesia del pueblo y María sintió que le faltaba el aire y un escalofrío recorrió su cuerpo. Jorge entró en la habitación y mirándola le dijo a María:
- Sabía que no podías resistirte a leer el libro.
María le miró sorprendida y asustada, vio a una mujer con Jorge. Su cara le resultaba familiar, la había visto en la librería el día que compraron el libro.
Por fin antes de cerrar definitivamente sus ojos lo recordó: era la hija del librero.
Mª Ángeles Pachón
"Elige un final" si crees poder acabar con la sombra, dirígete al apartado A. Para saber que te puede ocurrir, dirígete al apartado B. Si de verdad piensas que puedes salvarte, dirígete al apartado C.
A) Viene detrás de mí, la angustia me ahoga. Entro en la habitación donde todo empezó. La sombra viene despacio, gimiendo y dejándolo todo helado a su paso. Siento que todo ha terminado cuando veo el ropero abierto, me escondo dentro. La luz fluorescente de la sombra penetra por las rendijas de la puerta ¡no puedo más, me ahogo! De repente veo el almanaque deshecho y comprendo que nunca saldré del ropero.
B) Viene detrás de mí, la angustia me ahoga. En un último esfuerzo me encierro en el sótano. Siento el frio que desprende la sombra. Oigo su gemido y la luz fluorescente empieza a colarse por debajo de la puerta ¡AAAH! se me escapa un grito. Siento su aliento en mi nuca y una presión en el pecho ¡dios mío, no! Lloro, empiezo a notar su abrazo frio, su abrazo de muerte, tengo sueño, todo...se...vuelve...oscuro.
C) Viene detrás de mí, la angustia me ahoga. Siento su gélido aliento tras de mí. Sigo corriendo, subo las escaleras y me encierro en la buhardilla en el momento en que la sombra iba a abrazarme. Suspiro, todo está helado. Tengo que abrir una ventana para sentir el calor de la noche. Giro la cabeza y veo a la sombra dirigirse a mi muy rápido. Está delante de mí, quieta. Ahora veo su rostro ¿pero qué? siento un empujón y en mi caída al vacio, me viene a la mente el viejo almanaque.
José Antonio
Una fuerte luz invadió la habitación de un viejo y destartalado hotel situado en la plaza del Quirinal, construida sobre una de las colinas fundacionales de Roma. Sobresaltada e inconsciente abrí mis ojos que quedaron deslumbrados por la luminosidad que invadía la antigua alcoba. Era la luna llena que irrumpía a través de un largo y artístico ventanal desplegando su espectacular blancura que reflejada en los espejos de las puertas de un voluminoso armario colonial, multiplicando sus rayos hasta la extenuidad.
Me incorporé y busqué fuera a la causante del brillante despertar.
La plaza aparecía iluminada a pesar de que las farolas permaneciesen dormidas, al fondo el Obelisco destacaba en primer plano siendo la escenografía de unos bellos y pétreos danzantes acompañados de ágiles y artísticos pasos ecuestres. Boquiabierta, restregué mis ojos esperando salir de un fantástico sueño. Como la danza continuaba, decidí salir para comprobar de cerca lo que allí ocurría. Caminaba por el edificio que permanecía silencioso, iluminado por el mismo fenómeno. Mi respiración acelerada, con cada paso con el que avanzaba por aquellos largos, fríos y laberíntico pasillos en busca de la puerta principal. Cuando ya parecía percibir el final, un poco asfixiada y deseosa de finalizar, en el giro de lo que creí como último recodo, mi cuerpo chocó con una sombra blanca, fantasmal, que me agarró por la cintura dejándome inmovilizada.
Mi cuerpo reaccionó con un brutal y temeroso grito que se propagó sin obstáculos por la vivienda. Rápidamente mi boca fue tapada por una vieja, huesuda pero fuerte mano, creí desvanecer de pánico. Lentamente fui colocando cara al personaje; era la telefonista del hotel, vestida con largo camisón blanco que parecía hacer juego con su larga y suelta cabellera cayendo a ambos lados de su blanca cara, imprimiéndole un aspecto fantasmal.
Poco a poco fue soltando su resistencia en mi cuerpo, apareciendo una hierática sonrisa, en su céreo rostro, que yo percibí como amable. Mi primera reacción era recular lo más atrás posible mientras ella avanzaba con el mismo compás, comenzando a contar esta mitológica historia:
Cástor y Pólux , los dioscórides representados en la fuente del Quirinal, fueron los hijos gemelos de Leda, mujer del rey espartano Tindareo, sólo a Pólux se le consideraba inmortal porque fue concebido cuando Zeus sedujo a Leda. Se consideraba que Cástor su hermano gemelo , era hijo mortal de Tindareo. Los hermanos fueron inseparables en todas sus aventuras y cuando Idas, un ganadero mató a Cástor, Pólux quedó desconsolado y en respuesta a sus plegarias en las que pedía la muerte o la inmortalidad para su hermano, Zeus reunió a ambos, permitiéndole estar siempre juntos, la mitad en el submundo y la otra mitad en el Olimpo. Estas etapas serán regidas por la luna, los días sin luna brillan en la constelación de géminis como estrellas alumbrando el cielo del Olimpo, la otra mitad en su camino hacia el Hades aprovechan los días de luna llena para realizar fantásticas danzas que dan vida a la plaza.
El sonido del despertador sonó con fuerza, sobre la mesita de noche una guía mitológica, junto a otra, llamada Roma, ciudad eterna.
El médico termina de examinarnos y nos tranquiliza. Su voz grave y cordial precede los medicamentos cuya receta escribe ahora, sentado ante su mesa. De cuando en cuando alzaba la cabeza y sonreía, alentándonos. No es de cuidado, en una semana estaremos bien. Arrollábamos en nuestro sillón, felices, después de la mala noche que habíamos pasado, vomitando y con espasmos en el estomago y miramos distraídamente en torno. De pronto, en la penumbra debajo de la mesa vi las piernas del médico. Se había subido los pantalones hasta los muslos, y vi que tiene medias de mujer. En ese preciso momento me levanté muy nervioso y le pregunté al médico quien era realmente. Mi esposa se quedó atónita al escucharme e intentó tranquilizarme. Sofía le preguntaba al médico qée estaba ocurriendo, no obtenía respuesta alguna, él solamente sonreía. Después de tal lio él médico se levanto de su sillón con una sonrisa maquiavélica y empezó a despojarse de su bata blanca y de su peluca, y cuál fue nuestra sorpresa, esa persona que se hacía pasar por nuestro médico, no era otra, que Leonor, la amiga de mi mujer, a la cual hacía más de diez años que no veíamos.
Le preguntamos qué es lo que quería de nosotros y lo único que nos decía era, que íbamos a pagar todo el daño que le habíamos hecho, no entendíamos nada e insistimos que se explicara. Sin más nos dijo que no saldríamos de la consulta tan fácilmente, antes quería vernos sufrir los efectos de las setas venenosas que habíamos comido en la cena de la noche anterior. Después de oír tal barbaridad, nuestros cuerpos quedaron inertes como estatuas.
Nosotros sabíamos que Leonor había estado internada en un psiquiátrico por trastornos de personalidad, pero no podíamos entender ese odio que sentía por nosotros. En pocos minutos reaccioné, me levanté y la cogí por el cuello y la amenacé con asfixiarla sino me decía que tipo de setas nos había dado. Después de mucho forcejear, sentí un dolor intenso en el estomago, que me hizo perder la noción del tiempo. Sin más oí a lo lejos una voz que me decía "Cariño ¿como estas?, ya todo ha pasado". Abrí los ojos y miré a mi alrededor, sorprendido me di cuenta que estaba en la habitación de un hospital, acompañado de mi madre, de Sofía y de una enfermera. Cuando volví a mirarlas de nuevo me di cuenta que la enfermera era Leonor la amiga de Sofía. En ese momento no sabía lo que me había pasado. Les pregunté, y me dijeron que me habían operado del pulmón, entonces comprendí que todo aquello había sido un mal sueño.
Mari
Me encontraba sola en casa. Era una noche de invierno, llovía con intensidad. Había tormentas, truenos y mucho viento.
No podía dormir. Estaba sentada junto al televisor haciendo zaping sin ver nada cuando de pronto hubo un apagón, el miedo se apoderaba de mí por segundos.
Me quede inmóvil en el sofá y tapándome la cara con una manta. Oía ruidos extraños. Sentía la presencia de alguien. No sé cómo pude levantarme y me fui corriendo para la cama. Con las prisas tropecé con algún mueble y algo cayó al suelo que se rompió, ya sí que creía morir de miedo. Cuando por fin llego al dormitorio noto que una ventana está entre abierta, seguro por el aire, y las cortinas se balanceaban. Vuelvo a levantarme para cerrarla y de nuevo tropiezo y ahora sí que me caigo. Fue horrible. Por fin llego la luz y el sueño me venció A la mañana siguiente desperté y me reía de mi misma y pensé que todo era creado por la imaginación.
Pepa