domingo, 21 de noviembre de 2010

Compradora compulsiva




Nuestra próxima actividad consiste en escribir un relato corto en el que el personaje principal es una mujer, compradora compulsiva en mercadillos. Ella se siente poseída por las personalidades de los antiguos dueños de la ropa usada que compra por muy poco dinero.



Actividad de http://lapiedraenelestanque.blogspot.com/p/consignas.htm




No podía remediarlo, allá donde se enteraba que había un mercadillo, allá que iba. Primero le interesaron los de ropa, luego abrió nuevos horizontes. Mercadillos de muebles viejos, de objetos antiguos, de libros... Todo tenía para ella un sentido y así fue creando su fantástico mundo. Su casa era una mezcla de objetos variopintos, arcones desvencijados que arreglaba con gran trabajo, pelucas con olor a naftalina, ropas usadas y raídas por el tiempo, estolas de mil formas y colores.
Con todo ello, Amalia que así se llama esta singular mujer, creaba mundos irreales para los demás, pero muy tangibles para ella. Un día salía al mercado con aspecto de Mata-Hari, o bien como una auténtica ejecutiva. Cuando invitaba a sus amistades a su casa nunca sabían cómo sería el recibimiento. El salón podía estar decorado de los años sesenta o tal vez estaba sobrecargado al más puro estilo rococó y por supuesto ella vestía de acuerdo con la ocasión.
No le importaba el qué dirán, ella era feliz y a su manera hacía feliz a cuantos la rodeaban. Incluso en el mercado que al principio la miraban como si de una loca se tratase, había conseguido sin pretenderlo hacerse respetar y querer, claro está que de esa misma manera ella trataba a los demás y aunque parezca mentira a veces, sólo a veces, esto funciona.



Mercedes



Fui al mercadillo y mientras estaba comprando fruta a mi amigo Pedro, vi pasar a una señora que parecía de la jet-set, con mucho aire de ser un personaje, no solo en su forma de vestir sino en sus andares y en sus modales.
Mi amigo Pedro se rió al verla y le pregunté ¿quién es? Su respuesta me dejó de piedra.
Según me comentó, esta señora es una persona habitual en el mercadillo y todos la conocen por sus vestimentas excéntricas. Ella se dedica a comprar toda clase de ropas e incluso las usadas; porque ella no tiene mucho dinero pero tiene una enfermedad que la empuja a comprar compulsivamente y todo aquello que se pone, representa para ella un personaje distinto. Según me comentó, ellos la llaman la señora fantástica pues es raro el día que no aparece con un modelito nuevo y raro.
Esto de mofarse de las personas, a mi no me hace ninguna gracia pues entiendo que lo que tiene es una enfermedad parecida a la ludopatía…
Esta enfermedad no es tanto de ella, como de toda la sociedad, debido al bombardeo publicitario de toda índole, creándonos unas falsas necesidades difícilmente soportables para nuestra economía y que merman nuestra personalidad.



Charo



Era una mujer mayor, de 65 años, con 3 hijos. Sus hijas temían que llegara el miércoles, que era el día en que ponían un mercadillo en la ciudad, porque ella compraba todo lo que le gustaba tanto bolsos, bisutería, ropa interior ...
Pero lo peor es que lo que más compraba era ropa para una mujer más joven que ella. Sus hijas le aconsejaban que no se las compraran. Además nunca la veían con ninguno de los modelos que se compraba.
Cuando iban a su casa tenía todos los armarios llenos de ropa y zapateros con más de 60 pares de zapatos y todos nuevos.
Hasta que pasado unos años, una de sus nietas se quedó a dormir en su casa con ella, pero en habitaciones separadas. Alrededor de las dos de la madrugada, escuchó ruidos en la habitación de su abuela y fue silenciosamente para ver si le ocurría algo y cuál fue su sorpresa al verla poniéndose la ropa que nunca se ponía y desfilando por la habitación.
Se dieron cuenta de que le gustaba vestir como una jovencita, con mallas, tacones altísimos y escotes de escándalo y ropa ceñidísima.



Paqui

Quisiera contar a ustedes,
si en permitírmelo os place
la historia de una doncella,
que por encontrarse bella,
de zoco en zoco se avenga.

Esa su pobre alcancía,
que siempre se encuentra vacía,
mas no su noble aposento,
que a sus damas da tormento
¡no paran de colocar!.

Siempre hay ropas y trastos
un sinfín de porquerías
que adquiere con algarabía
en un tenderete u otro
lo mismo da uno que otro,
lo que se aviene es comprar.

Se oyen dimes y diretes,
en todo el reino la nombran,
la bella ya no está cuerda,
ha perdido la razón.

Cuando aparece en la corte
lo mismo se cree dama cortesana
que una alocada fulana,
pintora, espía, jinete,
lo pasa de rechupete,
inventándose quién es.

Pócimas y brebajes
para quitarle sus males,
circulan por todo el reino
mas no han de surtir efecto
ella es feliz así.

Su rey padre ha prohibido
venta ambulante en sus dominios,
nada, nada de mercaillos,
¡eso es una sin razón!.

¡Ay, que esto sólo ha traído
la pérdida de su color!,
que no hay nada más divertido
que comprar en el mercadillo.


Ana



Le vuelven loca los mercados.
Le da lo mismo el de Vejer que el de Campillo.
Disfruta como una chiquilla, cuando va al de Sabinillas.
Compra cosas usadas, a sabiendas que no le valen para nada.
Vestidos, zapatos, bolsos, blusón...
Compra sin ton ni son,
aunque luego lo tire al contenedor.
Espera ilusionada el día que lo ponen en su barriada.
Va siempre, haga sol, lluvia, viento o arriada
Es que es una compradora compulsiva,
y el comprar le da vida.
Pepa

viernes, 5 de noviembre de 2010

La mujer de la nariz-bombilla

Aquella señora tenía una nariz-bombilla que se encendía y apagaba según su estado de ánimo. De noche iluminaba el comedor. Lo malo es que cuando eestornudaba, la bombilla estallaba..

Este es el inicio de vuestro próximo relato...

Aquella señora tenía una nariz-bombilla que se encendía y apagaba según su estado de ánimo. De noche iluminaba el comedor. Lo malo es que cuando estornudaba, la bombilla estallaba..
pero no había problema porque ella siempre estaba de buen humor. Sus familiares, amigos y conocidos temían que llegara el invierno. Gracias a ella cada vez que había un apagón, veían . O cuando iban al cine y tenían alguno que salir con la película ya empezada, ella encendía su nariz y podían ver por donde caminaban sin caerse. O simplemente para ahorrar en el recibo de la luz.
Además ella era feliz así y también porque todo el mundo la conocía. Pero el invierno para ella era un "sin vivir", porque no sabía cuando podría resfriarse.

Paqui


Aquella señora tenía una nariz-bombilla que se encendía y apagaba según su estado de ánimo. De noche iluminaba el comedor. Lo malo es que cuando estornudaba, la bombilla estallaba..

Hace unos días llegó a mi piso una nueva familia. Al bajar por la escalera vi a una señora a la que le di los buenos días y ésta con una sonrisa me los devolvió. Me fui algo confusa pues me parecía que su cara resplandecía y esto me llamó la atención.
Hablé con mi marido acerca de los nuevos vecinos. Le pregunté por si eé los había conocido pero me dijo que no. Le propuse ir a presentarnos y al mismo tiempo los conoceríamos.
Decidimos ir más tarde. Llegamos a su puerta y llamamos. Nos recibió un señor y nos presentamos y nos ofrecimos para ayudarles en cualquier menester. Éste, muy agradecido, nos hizo pasar a su salita para presentarnos a su señora.
Entramos, y allí estaba la señora que yo había saludado en la escalera el día anterior. Se levantó, pues estaba haciendo ganchillo y nos saludó.
Nuestra sorpresa fue que a la señora se le encendía la nariz como si fuera una bombilla. La pobre, enseguida nos explicó que desde pequeña tenía ese mal y debido a su nariz-bombilla, tenía que ir de un pueblo a otro, pues la gente se metía con ella y era el hazme reír del pueblo.
Mi marido suavizó las cosas y sin maldad ninguna, le dijo que todo no era malo pues era mucha suerte tener cerca una linterna porque cuando hace falta no la encontramos y ella en cambio la tenía en su propia nariz.
Todos nos echamos a reír y les propusimos que cuando quisieran podían devolvernos la visita. Ellos aceptaron con agradecimiento.
La gente del barrio empezó a cuchichear de los nuevos vecinos y a hablar de la señora. Yo les comente que eran buenas gentes, que con nadie se metían y eran buenos vecinos, ¿Qué más podíamos pedir?
Un día, en la carnicería, estaban hablando de Mari, la vecina de la nariz-bombilla. En ese momento entraba ella y cual fue nuestra sorpresa cuando vimos que la nariz le estalló. Todos nos sorprendimos y ella se puso a llorar y salió corriendo.
Yo, dos días después de este acontecimiento desagradable convoqué una reunión en el piso para hablar con mis vecinos. En esta reunión les hice ver que a todos nos podía pasar algo raro y que no nos haría gracia estar en la situación de Mari y que nuestra actitud era como la de los niños mal criados, y no la de personas adultas que éramos. Ella lo pasaba mal y nosotros con nuestra actitud, le hacíamos más daño a ella, así como a su marido. Ellos no se merecían ese desprecio, pues eran buenos vecinos. Todos se fueron muy pensativos y con la cabeza bajada.
Esa noche se había ido la luz en el barrio y Carmen la vecina del segundo se había puesto de parto. Su marido llamó a algunos vecinos para que les ayudarán y les pidió que llevaran linternas; pero por diversos problemas, como falta de pilas, bombillas fundidas o incluso linternas extraviadas, nadie podía ayudar. Pero ahí se presentó Mari, con un catarro y un cuadro febril de mil demonios y a la pobre no paraba de estallarle la nariz. Pero con gran esfuerzo se aguantaba para no estornudar y para que Carmen tuviera luz y pudiera tener a su hija con más claridad.
Con esto, podemos ver que no hay mal que por bien no venga. Y que podemos sacar lo mejor que tenemos en un momento dado. Y en este caso Mari con su extraña nariz solventó la situación.
En agradecimiento, Carmen le puso el nombre de Mari Liz a su hija, siendo Mari, a partir de ese día, un miembro destacado y muy querido de nuestra comunidad.

Charo



Aquella señora tenía una nariz-bombilla que se encendida y apagaba según su estado de ánimo De noche iluminaba el comedor. Lo malo es que cuando estornudaba la bombilla estallaba.
Este era un mal que la acompañaba desde la cuna y que le había complicado y arruinado completamente su vida. Se había convertido en el hazmerreir de todos, siempre era el centro de miradas curiosas y burlonas, su apelativo siempre seria, ¡”la mujer payaso!".
Al pensar en ello, se entristecía y no podía contener las lágrimas que resbalaban por su iluminada nariz.
Desde su tierna infancia sus padres lo habían intentado todo, visitaron las consultas de los mas celebres doctores en busca de una solución, gastaron una fortuna en remedios que no remediaban nada y que tan solo conseguían agravar las cosas; su dulce y regordeta pequeña parecía un triste y viejo semáforo a punto de estallar.
Los intentos por evitar que la niña se resfriara resultaron en vano, María era asmática y sus continuas crisis, a pesar de la medicación, complicaron la vida en aquella casa, el alboroto que acompañaba a las repetidas explosiones de su apéndice respingón destrozaban todo a su paso, su angelical carita siempre estaba dibujada por cicatrices de todas formas y maneras que nunca alcanzaban a sanar del todo.
El tiempo transcurrió e inevitablemente, nuestra protagonista creció al tiempo que aumentaba su nariz y el alcance de sus explosiones; sus queridos padres murieron y desde ese momento se vio sumida en la más absoluta de las soledades.
Embargada por esta desagradable situación intentaba buscar salidas, procuraba quererse tal y como era, acudió a la consulta de varios psicólogos que con sus "blas blas blas" y sus consejos no lograron aportarle nada; ella les escuchaba ardientemente y ponía en práctica sus ideas pero la maldita, renuente y acomplejada sociedad la rechazaba una y otra vez, no alcanzaba a integrarla en su seno como una más. ¡Esta ultima debería haber sido la receptora de la terapia psicológica!.
Parecía haber perdido toda esperanza cuando un día navegando por Internet se topo con la publicidad de un famoso cirujano plástico que podría tenderle la llave para mitigar su terrible angustia.
Cogió precipitadamente bolígrafo y papel y con manos temblorosas anoto la dirección y el teléfono de su consulta. Al día siguiente se puso en contacto con él, una amable enfermera descolgó el auricular y la emplazó con el doctor al día siguiente, a primera hora de la tarde.
Desempolvó su mejor ropa, se compuso lo mejor que pudo y se encamino aceleradamente hasta la clínica, notaba como el corazón le palpitaba, parecía como si le estuviese a punto de estallar. Los minutos en la sala de espera le parecieron eternos hasta que al fin escucho su nombre. Dentro el médico la recibió de manera muy amable y cordial, la tranquilizó y la hizo tumbarse en una fría camilla donde la examinó.
Sentada frente a su escritorio escuchó de sus pincelados labios la complicada y delicada operación que debería practicarle, la lenta recuperación a la que se vería sometida, garantizándole, con toda seguridad en su diagnostico. Un 90% de posibilidades de éxito.

-Usted tiene la última decisión, puede pensarlo todo el tiempo que desee.

Fueron las últimas palabras que pudo atinar a escucharle y que quedaron grabadas en su cabeza, la emoción la embargaba y no atinaba a articular palabra.
Salió de allí exultante de alegría, todo iba sobre ruedas salvo por el hecho de que no contaba con los suficientes recursos económicos para hacer frente a la costosa intervención. Así que una vez atravesado el umbral de su casa se volvió a hundir en la más honda de las tristezas.
Pasados unos meses, en una fría y lluviosa mañana del mes de Enero, y practicando zaping frente al televisor, halló la solución a sus problemas financieros, bastaba con presentarse a uno de esos programas lastimeros cuyo objetivo es herir y despertar la fibra sensible de los espectadores para que suelten. Sus ya mermados bolsillos por la crisis, en pro de una buena causa.
Así lo hizo, su tema despertó una gran expectación a nivel nacional, la cadena reventó índices de audiencia con los prodigios de su nariz, pero a ella , ya este circo, le importaba bien poco, había cumplido con creces su objetivo y sería una de las últimas veces que levantaría sonrisas despiadadas en las caras de sus conciudadanos.
La intervención a la que fue sometida fue un éxito, su vida cambió para siempre con su nuevo aspecto y a partir de aquel momento se consagró a través de diferentes Asociaciones a ayudar a los menores que han tenido la desgracia de nacer con una de esas enfermedades raras de las que tan poco se conoce y a cuya investigación y cura se dedican tan poco dinero.

Ana

Una nariz andante

Emulando a Quevedo os diré,
Que era una mujer
a una bombilla pegada.

Una nariz-bombilla andante
Cara minúscula
y una gran esfera mayúscula
así se veía a nuestra caminante.

Esfera luminosa y parlante
esfera blanquecina en la oscuridad
y rojiza en la claridad
todo un espectáculo para los viandantes.

Pero toda esa luz y color
estallaban ante una difícil situación.
Últimamente caminaba malhumorada
pues bombilla tras bombilla reponía
y todas rotas acababan.

Hasta que un día la luz se apagó
y entre tinieblas vagó y vagó.
Tiempo después algo oyó y todo cambió.

Eran risas y risas que la mecían entre caricias.
Sin saber cómo ni por qué
de nuevo a su cara la luz regresó
y pensó que tal vez esa era la solución.

Mercedes

Aquella señora tenía una nariz-bombilla que se encendía y apagaba según su estado de ánimo. De noche iluminaba el comedor. Lo malo es que cuando estornudaba, la bombilla estallaba…
Era muy desgraciada, solo quería morir, la vida ya nada le importaba. Solo causaba burlas y risas a su paso. No tenía amigos, todos le daban de lado. Estaba tan triste que decidió escapar una noche para no ser vista.
Anduvo horas, semanas y meses. Cuándo ya no podía más intento suicidarse, pero por suerte por allí pasaba un señor que la detuvo y le preguntó el porqué de aquello y ella le contó su problema.
El hombre le habló largo y tendido durante horas para hacerle ver lo bonita que es la vida. Le propuso trabajar en un circo que él conocía, como payaso. A nuestra protagonista le gustó la idea y aceptó.
Allí cambio su vida por completo. Tuvo mucho éxito con su nariz-bombilla que divertía a niños y mayores, pero lo que más le importaba es que por fin, era feliz, a pesar de su NARIZZZZZZZZ.

Pepa